Aunque por lo general se habla de hambre emocional cuando comemos alimentos reconfortantes para subsanar emociones como la tristeza o la angustia, en este caso nos referiremos a este concepto para tratar un problema psicológico relacionado con el apego inseguro, que a lo largo de la vida podría afectar cómo una persona se relaciona afectivamente con otros.

El problema de esta hambre emocional es que puede parecerse bastante al amor, y muchas veces se confunden, cuando en realidad tiene el efecto contrario para la persona hacia la cual se dirige el sentimiento. Porque mientras que el amor nutre, el hambre emocional absorbe al otro hasta dejarlo vacío. “Es una necesidad emocional fuerte, causada por una privación durante la infancia. Es una condición primitiva de dolor y necesidad, a la que las personas tienden a reaccionar en un intento de llenar un espacio o un vacío, que está relacionado al dolor, la soledad o la separación, y que en términos realistas nunca será satisfecho en una relación adulta”, define el doctor Robert W. Firestone en el sitio Psychology Today.

Se trata de personas que, durante su desarrollo emocional, vivieron carencias importantes de parte de sus cuidadores, y por lo general se asocian a personalidades de apego inseguro o ansioso. Buscan en otros la idea de pertenecer, de tener quien se preocupe por ellos, pero al hacerlo no entregan contención de vuelta, sino que solo absorben. “El hambre es una emoción poderosa, que puede ser explosiva y destructiva para los demás”, asegura Firestone y añade: “Las personas se identifican este sentimiento como amor, y lo asocian erradamente a esta necesidad de afecto genuino, pero nada podría estar más lejos de la verdad”.

Ahora, estos “hambrientos” no son personas que no demuestren afecto, sino que todo lo contrario. Muchas veces lo hacen, pero no con las motivaciones que esperaríamos. Por ejemplo, pueden decir “te amo”, pero lo hacen para sentir seguridad sobre los sentimientos del otro, no para demostrar los propios.

“Una persona se puede ver muy atenta o afectiva hacia la pareja o hacia sus hijos, lo que se ve como algo positivo”, dice la doctora Lisa Firestone, hija del doctor Firestone, quien siguió investigando las teorías de su padre, y agrega: “Sin embargo, la diferencia entre el amor y el hambre emocional es que el otro en la relación no se siente nutrido como sí se sentiría si fuera amado, sino que siente que están absorbiendo su energía. Un niño puede aferrarse a su padre, porque no están experimentando una sensación real de seguridad o conexión. La pareja puede sentir una presión constante por hacer que esta persona se sienta bien, o que se sienta completo”.

Por su parte, la doctora Margaret Paul aclara que “el amor que proviene del miedo no es amor, es necesidad. La dependencia emocional (hambre emocional), viene del vacío interno creado por el abandono, con las expectativas de que la pareja llene ese vacío y te haga sentir amado y seguro”. Al hacerlo, conviertes a esa otra persona en la responsable de tu felicidad y seguridad, por lo que buscas controlarla y lograr que te ame, pero de la forma en la que buscas- necesitas- ser amado. “Pero el amor es dar y compartir, no recibir”, distingue Paul, y añade: “El amor no es necesitado. No hay nada controlador sobre él. Nunca intentarías controlar o poseer a la otra persona, porque cuando amas valoras profundamente sus cualidades esenciales, aquellas que no desaparecen con el tiempo”.