Las cosas no siempre salen como uno quisiera. A veces en el trabajo, a veces en las relaciones, o en las actividades que nos gusta hacer. El queque no siempre sube en el horno, podemos no sacarnos la nota que esperábamos o quizás estamos enfrentadas a personas que no consiguen hacer las cosas como quisiéramos. Hay muchas situaciones en la vida que son frustrantes y aprender a tolerarlas es parte de la madurez. Y ojalá empezar en la infancia, en esos primeros episodios en los que nos enfrentamos a escenarios adversos.

Tras un año de confinamiento, es posible que los niños y niñas se hayan acostumbrado a tener siempre a sus cuidadores y cuidadoras cerca, a pedirles lo que necesitan apenas lo necesitan y, por lo general, a recibirlo a corto plazo. Por eso estamos en una etapa en la que es positivo reforzar las herramientas de manejo de frustración. El problema es que, en algunas oportunidades, los adultos encargados de enseñar estas herramientas básicas para el desarrollo no las han aprendido a lo largo de su vida, por lo que implementarlas puede resultar complicado.

Aunque para algunas y algunos cuidadores enseñar a manejar la frustración puede ser algo natural, para quienes no han aprendido a hacerlo puede ser más complejo, porque tienen que interiorizar la tarea que están llevando a cabo. La terapeuta y autora del libro 13 Things Mentally Strong People Don’t Do, Amy Morin, explica que hay ciertos motivos específicos que hacen que una persona adulta se vea complicada a la hora de manejar la frustración. Hablamos de enfermedades mentales tales como depresión y ansiedad; personalidades más sensibles o con menos herramientas para manejar situaciones de frustración; así como personas que creen honestamente que la vida debería ser fácil o que todos los demás deberían actuar acorde a sus expectativas.

Para aprender, como adultos, a manejar la frustración, la especialista entrega algunas herramientas. La primera es aceptar la situación compleja o adversa que estemos viviendo, asumiendo que va a ser así y que tendremos que vivir con las consecuencias que conlleve. Luego, recomienda cambiar la manera en la que nos enfrentamos a esa situación. Por ejemplo, si nos genera frustración hacer una cola larga en el banco, en vez de pensar “no puedo esperar tanto tiempo”, pensar “voy a tener que reagendar algunas cosas, pero puedo hacer esta cola porque necesito terminar con este trámite”.

Por otro lado, está comprobado que la frustración, si bien es un estado mental, la sentimos en el cuerpo. Y por eso es importante aprender a calmarlo, ya sea a través de la meditación o la respiración consciente. Por último, Morin recomienda someternos a situaciones frustrantes a modo de práctica, como armar un puzzle muy difícil o aprender algo que realmente nos vaya a costar. Así, pondremos en ejercicio el estar bien incluso cuando todo parece complicarse.

La autora y especialista en educación infantil y desarrollo de la infancia, Amanda Elder, explica en su columna para el sitio web Lies About Parenting, que así como las personas desarrollamos un sistema inmune exponiéndonos a los gérmenes que nos podrían enfermar, también aprendemos a tolerar la frustración enfrentándonos a escenarios frustrantes. “Es normal que queramos proteger a nuestros niños de emociones desagradables. Pero al limitar su exposición a frustraciones apropiadas para su edad, entrabamos el desarrollo de la perseverancia, determinación y la habilidad para manejar eventos incómodos. Los niños con mayor tolerancia a la frustración se convertirán en personas más felices y exitosas. Entienden que las cosas no siempre son fáciles ni agradables, y pueden sobrevivir a eso”, escribe.

Entre las claves para ayudar a los niños a aprender a tolerar la frustración, Elder destaca promover los juegos, y permitir que pierdan. Si lo hacen, dejarlos expresar y manejar las emociones que la situación suscite. Es bueno que aprendan que no todo es ganar, y que hay que ser un buen perdedor, pero de la misma forma es útil que quien le gane se muestre digno y cortés, para que también vean cómo se comporta un buen ganador.

Para tolerar la frustración es importante identificar que estamos viviendo una situación frustrante. Como adultos lo entendemos y es a partir de eso que podemos manejarla, pero los niños recién lo están aprendiendo. La psicoterapeuta infantil y autora norteamericana, Katie Hurley, propone poner en práctica algo que llama mapeo del cuerpo. “Dibuja la silueta de una persona. Pídele a tu hijo que piense en todos los lugares donde se siente diferente cuando está enojado. Puedes indicar que tu corazón se siente acelerado cuando te enfadas, y que eso además hace que tu cabeza se sienta mareada. Hacer este ejercicio con tu hijo es importante. Pinta de rojo todos esos lugares. Dile que cuando esos lugares se empiezan a sentir rojos, su cuerpo le está señalando que necesita pedir ayuda para superar un momento frustrante”.

Hurley recomienda que cuando los niños y niñas estén pasando por situaciones frustrantes que los enojan o que les generan ansiedad, es el momento perfecto para enseñarles a respirar de forma consciente como una manera de solucionar el problema. “Pídele que se siente cómodamente y que relaje sus músculos. Cuenta hasta cuatro mientras inhala, cuenta hasta tres mientras aguanta la respiración, y cuenta hasta cuatro mientras exhala”, dice y recomienda hacer una respiración arcoíris, en la que cada ciclo de inhalación, retención y exhalación tenga un color.

Existen distintas herramientas, así como los niños y niñas tienen distintas personalidades. Pero es útil enseñarles que no todo saldrá como quieren, que papá y mamá no les pueden comprar todo lo que piden, y que a veces tienen que aceptar que las cosas están saliendo mal. Ser parte de ese aprendizaje es parte fundamental de la crianza, aunque a veces resulte frustrante.