“Nada me resulta bien”, “Esto no es suficiente”, “No tengo tiempo para nada”, “Todo está mal”. Estas son algunas de las autorecriminaciones que se hace una persona autoexigente frente a un nuevo desafío. Una manera de enfrentar la vida que tensa, frustra y genera ansiedad.

Según Karen Kiblisky, psicóloga de Clínica Vespucio, la autoexigencia, en su justo equilibrio, funciona como un impulso para llevar a cabo los objetivos propuestos. “El problema se produce cuando se exacerba y las personas no pueden disfrutar de los procesos. Esto ocurre cuando se da el máximo potencial traspasando los límites de las propias capacidades”.

La autoexigencia destructiva o negativa se da dentro de rasgos de una personalidad estructurada, rígida, perfeccionista, crítica consigo misma y también con los demás. “Una persona así no tolera errores de los otros y piensa que las cosas las hace mejor que el resto, por lo tanto, muchas veces no acepta ayuda. Además, le cuesta trabajar en equipo, pues los demás no van a su ritmo”, describe Pilar Bustamante, psicóloga de Clínica Santa María.

Tratar de controlarlo todo provoca estados de ansiedad y una sensación de estar todo el tiempo hiper alerta. Así lo cree Bustamante, quien agrega: “El autoexigente repasa en la noche sus acciones, hace listas mentales y agenda sus actividades y acciones de los días siguientes. No tiene un sueño reparador, le cuesta dormirse o se despierta a medianoche y no para de pensar. Además, es una persona que se deprime o manifiesta rabia cuando los resultados no son los esperados”.

La tensión acumulada, la preocupación desmedida, el agotamiento físico y emocional se manifiestan en el cuerpo. Entonces, una persona con estos rasgos puede presentar síntomas o enfermedades psicosomáticas como, por ejemplo, síndrome de colon irritable, psoriasis, alopecia, vitiligo, cefaleas, mareos, contracturas musculares, crisis de ansiedad, de angustia o pánico.

Una personalidad así no solo se autodestruye, sino que también destruye a su entorno social. De esta forma un jefe autoexigente que pide perfección en sus subalternos crea un clima laboral de tensión y hostigamiento; y un padre o madre autoexigente, genera en su grupo familiar estrés, y en su grado extremo, violencia psicológica.

Estos sentimientos pueden ser muy peligrosos en tiempos de confinamiento, advierte Claudia Mora, socióloga y académica de Universidad Mayor. “Al reconocer que las condicionantes de estrés están por sobre todos los límites a partir de la crisis sanitaria, es necesario estrategizar la reacción frente a las demandas de la pandemia y aceptar que no es posible que un individuo responda adecuadamente a todos los estímulos que actualmente enfrenta. Es necesario seleccionar las batallas, invertir el ciento por ciento en las más relevantes y aceptar que no todas las demandas son importantes”.

Hacia una autoexigencia constructiva

Kristin Neff, una de las investigadoras más destacadas en el estudio de la autocompasión, explica que sentirla por uno mismo, no es diferente que sentir compasión por los demás. Es actuar con bondad y amabilidad como alternativa al juicio y la autocrítica; y es lograr comprender que la vulnerabilidad y las imperfecciones son parte de la experiencia humana compartida por todos.

Al respecto, Paulina Lucherini (@ps.paulinalucherini), psicóloga de Clínica Las Condes y especialista en terapia compasiva, señala que la autocompasión “es tener consciencia de nuestro dolor y desarrollar la atención al presente y no sobreidentificarnos con nuestros pensamientos autorreferentes. Es abrazar nuestro sufrimiento con la intensión de aliviarlo”, señala.

La autoexigencia en su justa medida tiene que estar solo en algunas áreas de la vida. Así lo cree Pilar Bustamante quien señala que “es importante que las personas dejen un espacio para un hobby, la diversión, el ocio y algún deporte. Si la persona tolera las frustraciones, tiene sentido del humor y sentimientos de felicidad, si presenta resiliencia y es capaz de modificar su plan ante una adversidad, son rasgos positivos y distintivos”.

En la construcción del equilibrio emocional, la experta sostiene que es importante tener un “líder interior” con el que podamos autogestionar nuestros propios recursos psicológicos y lograr empoderarnos. Para ello, la especialista aconseja:

  • Conocerse a uno mismo: Identificar nuestras habilidades, potencialidades, deseos, fortalezas y debilidades. También conocer nuestros límites.
  • Tener un proyecto de vida: Integrar los distintos aspectos de nuestro desarrollo laboral, profesional, familiar, social y personal. Saber hacia dónde dirigimos nuestros esfuerzos y ocupar nuestros recursos para lograrlo.
  • Tener capacidad de adaptación: Realizar evaluaciones realistas, con actitud positiva, ser flexibles, tolerar las frustraciones, aprender de las experiencias, buscar nuevas alternativas de acción, en síntesis, ser resiliente.
  • Tratar de ser consistentes entre lo que se siente y desea: Con lo que se piensa y lo que se hace. Esto se logra a partir del autoconocimiento y la aceptación de sí mismo.
  • Agradecer: Valorar todo lo positivo con que cuentas en tu vida, desde tu salud, sentidos, libertad, dones, familia, amigos, lo económico, etc. Ser agradecido no significa ser conformista, es reconocer, aquilatar, cuidar y seguir adelante.