La reducción del feminismo a un par de gestos y frases tiene como riesgo y consecuencia la pérdida de su carácter subversivo. Pero pese a criticarlo, muchas feministas no podemos negar que consumimos y hasta producimos un feminismo para las masas.

En lo personal, mi entrada al feminismo fue desde lo mainstream. Leí algunos textos de Judith Butler y Paul Preciado en la universidad, pero mi feminista de cabecera es una Youtuber: Anita Sarkeesian, del blog Feminist Frequency. Una canadiense que ama las argollas gigantes y no tiene dramas con aparecer perfectamente maquillada en sus videos.

Antes de saber una definición de género, sabía lo que era una "manic pixie dream girl" o entendí por qué "la damisela en apuros" era un gran ejemplo de machismo. De ahí pasé a lectura de blogs en inglés como bitchmedia.org o jezebel.com, en los que la cultura pop era el material elegido para evidenciar las muchas formas en las que opera el patriarcado.

"Esto tiene que ver con la contradicción de tener una perspectiva feminista y estar inserta en el mundo capitalista", dice Javiera Tapia, periodista de música y feminista. En su experiencia, posicionar temas con perspectiva de género en blogs y revistas musicales fue un trabajo que durante sus primero años le hizo creer que era solo "una volada" personal.

"Cuando partí escribiendo de música no era tan común hacer el cruce entre cultura popular y feminismo. Costaba que pasaran esas pautas. A mí me trataban de latera, me decían que esos eran temas que no le importaban a nadie. Pero eso ha cambiado", asegura Tapia. "El primer acercamiento a los productos culturales es irracional. Después puedes hacer la bajada intelectual. Lo tétrico es que la música, por ejemplo, al estar mediada por el mercado, funciona como publicidad: trabajan una emoción que está estudiada y buscan la manera de despertarla. Y eso no hay que desconocerlo".

En este sentido, el peligro de consumir feminismo mainstream es reivindicar productos que, quizá, están simulando ser feministas cuando en realidad son machismos disfrazados. "Tenemos que estar alertas para poder identificar qué hay ahí", dice Patricia Espinosa, crítica literaria y docente del Instituto de Estética de la Universidad Católica. "Muchas feministas dicen que una de las características del patriarcado es que es perfecto en ponerse al día, siempre está a la moda sin cambiar la médula de su estructura", agrega. Esto ha sido señalado especialmente por la española Rosa Cobo, quien ha estudiado las bases del patriarcado moderno y ha caracterizado el feminismo contemporáneo.

En una charla dictada en 2019 llamada Somos la cuarta ola en la Universidade da Coruña, Cobo señaló que "el feminismo es un movimiento social sobre todas las cosas y en segundo lugar, una tradición intelectual". Y que, desde su Segunda ola, conocida como "movimiento sufragista", ha tenido vocación de masas.

Feminismo para las masas

Cobo afirma que las feministas llevamos tres siglos de feminismo sobre nosotras, y que fue a mediados de siglo XX, ad portas de la Tercera ola, cuando alcanzó la masividad. "La Tercera ola surge en los 60, al final de la década, con el contexto de Mayo del '68. Esta fue la segunda vez que se vuelve movimiento de masas. Se desarrolla principalmente en Estados Unidos, donde las feministas radicales pusieron el foco en lo que ocurría dentro de las relaciones de pareja heterosexuales, dentro del hogar, enfocándose en lo privado y en la familia", explica.

La Tercera Ola sienta los cimientos de lo que será la Cuarta Ola, que se da desde los años 2012 y 2013, con una rearticulación del movimiento feminista con foco en la diversidad. "Hay una ampliación geográfica respecto a la ola anterior", dice Cobo, con la conciencia global de que lo que viven las mujeres en Chile no es distinto de lo que viven las mujeres en la India o en Alemania. "Esto es inédito, además es intergeneracional".

No es raro, entonces, que a fines del 2013 Beyoncé haya descubierto el feminismo durante su pos natal. Como se sabe, antes se había apropiado del discurso de Chimamanda Ngozie Adichie en su clásica charla Ted Todas deberíamos ser feministas, pese a las evidentes contradicciones entre ese discurso y su personaje de magnate de la música pop, género que durante años ha dictado pautas machistas acerca de lo que significa ser mujer.

La rapera M.I.A., por ejemplo, cuenta en su documental Matangi/Maya/Mia (2018), que luego de participar en la presentación del Superbowl 2012 junto a Madonna y Nicki Minaj, se decepcionó de ver cómo Madonna, un referente de mujer poderosa para ella, respondía a los intereses de decenas de personas, muchos de ellos hombres. Al respecto, Rae, bajista de Horregias, banda punk de lesbianas, opina que los discursos feministas auspiciados por hombres cis siempre deben ser considerados sospechosos. "Es bacán que un varón hetero cis inicie una conversación para cuestionarse el género y se pinte las uñas, pero no es suficiente. Ellos se tienen que hacer cargo del patriarcado que ejercen a diario", dice.

Feminismo e ideología

Teóricamente, sabemos que todo es cultural. Nuestras familias nos enseñan a hablar,y también a comportarnos como hombres o como mujeres. También nos han enseñado cómo seducir, cómo pensar y cómo comportarnos. Y hemos vivido con estos roles reforzados en la radio, la televisión e internet. "Sabemos que la cultura de masas es ideológica y tiene intereses ideológicos, por lo mismo no podemos descartar que en la cultura de masas puede haber un discurso feminista", piensa Patricia Espinosa.

Espinosa dice que, desde su espacio, insta a sus estudiantes a buscar lo subversivo en la cultura pop, teniendo en cuenta que lo subversivo puede aparecer a veces para disfrazar un discurso conservador. "Tenemos que poder distinguir cuando estamos ante un discurso transgresor y cuando estamos nuevamente ante la representación de una mujer que espera a ser pasivamente penetrada o dominada culturalmente", opina Espinosa.

Soledad Falabella, experta en arte, género y performance y académica de la Universidad de Chile, explica que una de las claves para usar el feminismo en la cultura, manteniendo su discurso, es trabajar la idea del "ser mujer" y no sencillamente repetirlo. "Trabajarlo desde el empoderamiento y la resistencia a la heteronorma, además de cuestionar esa dominación, sin hacerle quite a lo erótico, lo que es bien complejo", piensa.

Falabella enumera a algunas cantantes que, considera, hacen un uso correcto del discurso feminista: "Está esa línea del feminismo que toma el significante y lo trabaja, como Ana Tijoux, que es directa en el mensaje. Están Patti Smith o Violeta Parra que representa en su música a una mujer aguerrida, empoderada que habla de su deseo, de su eroticidad. Le canta a su hombre, lo llora y lo convierte en arte. Eso es feminista", explica Falabella.