El cuerpo repone energía de dos formas: durmiendo y comiendo.

El fin de año es una época agitada. Abundan los eventos, compromisos, cierres. La exigencia del mundo social sumada a las actividades básicas de la vida hacen que durmamos menos y que estemos agotados, fundidos.

Nuestro cuerpo lo sabe y lo resiente. Muchas veces nos pide a gritos descansar y parar, pero es difícil. Es que ya estamos acostumbrados que esta época del año es así, como si fuese la manera de darle la bienvenida al verano.

La falta o restricción de sueño y descanso genera una serie de cambios a nivel hormonal. Y como no estamos logrando reponer energía durmiendo lo suficiente por las noches o teniendo momentos de descanso, el cuerpo la pedirá a través de la comida.

¿Qué es lo que sucede a nivel hormonal? Existe una mayor secreción de ghrelina, hormona secretada por el estómago que a nivel de hipotalámico despierta el hambre y nos incita a buscar comida, sobre todo aquellos alimentos que sabemos nos darán energía inmediata como el azúcar y los carbohidratos simples, esos que rápidamente se convierten en glucosa. Sumado a esto, la hormona leptina, esa que nos dice que ya estamos saciados y nos da la señal de que ya es momento de dejar de comer, disminuye; por lo tanto se juntan dos importantes hormonas que manejan el sistema del hambre y saciedad, pero esta vez aumentando en gran medida el deseo y la motivación por comer. Y paralelamente se nos hace más difícil percibir las señales de saciedad.

Por otra parte, el circuito de recompensa -aquel que nos recuerda lo delicioso y placentero que es comer- se ve exacerbado y sobre estimulado. Tendemos a tener mayor fijación por alimentos y preparaciones.

Si nos vemos y sentimos más sensibles a los alimentos, si sentimos la necesidad carnal de comer alimentos específicos o si nos vemos en situaciones sociales comiendo más de lo que usualmente hacemos, tenemos que saber que es algo hormonalmente esperable y es parte de la fisiología adaptativa del cuerpo.

La invitación entonces es a ser más compasivos con nosotras y nosotros. Sepamos que a veces los comportamientos cambian y que culpabilizarnos por ello solo agrava la situación y aumenta aún más la ansiedad e inquietud por comer.

Ser conscientes y entender ciertos procesos fisiológicos también nos permite ponernos desde una vereda muchísimo más contemplativa y amable hacia nosotros y hacia quienes están compartiendo con nosotros.

Camila es Nutricionista y Health Coach. Instagram: @camilaquevedot.

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