María José (27) sabe de inmediato que tiene una infección urinaria cuando al momento de despertarse siente una incomodidad en la zona de su vejiga. Uff, de nuevo, se dice a sí misma, exasperada. Quizás, su primer episodio fue cuando tenía 7 u 8 años, aunque fue en su adolescencia cuando esto comenzó a ser un problema permanente en su vida. Desde entonces, este tipo de infecciones -caracterizadas por la inflamación del tracto urinario ante la presencia de bacterias- no han cedido, tanto así que le pueden dar varias en el mismo mes.

Si bien se estima que aproximadamente entre un 40% y un 50% de las mujeres presentará algún episodio de infecciones urinarias en algún momento de su vida; el riesgo de desarrollarlas de manera frecuente disminuye a un 20% y 30%, según datos de la Universidad Católica. “Cuando me viene, sin exagerar, puedo pasar hasta 3 horas sentada en el WC esperando a que me salga un chorro de pipí. Eso me alivia, al igual que estar acostada en posición fetal y con calor. Hablar de hacer alguna cosa fuera de mi casa es imposible porque el dolor es inhabilitante”, relata María José, detallando que, además de la presión en la zona de la vejiga, en esos momentos lo que más siente es ardor al orinar y ganas constantes de ir al baño.

En términos médicos, cuando una persona tiene más de 2 de estos episodios en seis meses, o más de 3 en un año; se habla de infecciones urinarias recurrentes y estas pueden desencadenarse ya sea por reinfecciones o persistencias bacterianas. “Lamentablemente, se puede ver cómo hay mujeres que viven esclavizadas de las infecciones urinarias porque esto les vuelve, vuelve y vuelve a pasar. De hecho, hay gente que incluso las tiene un par de veces al mes, lo que se vuelve aún más complejo”, señala la uróloga Melissa Cifuentes (@dra.melissa.cifuentes), presidenta de la Filial de Urología Funcional, Femenina y reconstructiva de la Sociedad Chilena de Urología.

¿Pero qué hace que ciertas mujeres sean más propensas a desarrollar estos cuadros de manera seguida? Hay algunos factores anatómicos que contribuyen a esta susceptibilidad, como por ejemplo, el hecho de tener una uretra corta que favorecería el paso de las bacterias de la vulva hacia la vejiga. También mucho de ello se determina por la predisposición genética y la respuesta inmune que las personas tenemos frente a agentes externos.

“El urotelio -un tejido que reviste el tracto urinario- secreta inmunoglobulinas, proteínas que actúan como barrera de protección ante bacterias. Esta condición, de ser secretora o no, es algo que se hereda por la línea materna. Es decir, es transmisible y por tanto es la razón que explica por qué hay familias de mujeres que sufren de esto y otras que no”, indica la dra. Melissa Cifuentes.

La especialista, de hecho, sostiene que cuando se solicita exámenes a pacientes con este tipo de infecciones urinarias, solo el 1% de ellas tiene alguna patología de base en su tracto urinario. Por lo tanto, como no siempre hay causas asociadas a la recurrencia, muchas veces las personas se frustran al no dar con una respuesta clara.

“Todavía está muy arraigado eso de echarle la ‘culpa’ a los hábitos sexuales, al aseo genital y al tipo de ropa interior. Y es un mito que te va a dar una infección urinaria solo por eso. Al final, las mujeres sienten una carga y una culpa porque se les da a entender que tienen una vida sexual inadecuada o que no se saben hacer un aseo personal correcto, siendo que no es verdad. Eso produce angustia y baja autoestima, y es una de las cosas que hay que desmitificar”, dice.

Lo mismo señala un artículo de la Universidad Católica donde se sostiene que no existe evidencia que haya comprobado que la modificación de esos hábitos -ya sea urinarios, de limpieza o de vestuario- impacte en su recurrencia. De hecho, María José, en su caso, sostiene que aunque sí existen ciertos patrones que ha identificado como gatillantes en las infecciones -como por ejemplo, tener actividad sexual más frecuente-, por muchas acciones que tome, este dolor vuelve a aparecer.

Es ahí cuando ella, como primer paso, se compra un analgésico y toma litros de agua para aliviar la sensación. El urólogo de Clínica Las Condes, Pablo Oyanedel, sostiene que un 40% de las infecciones urinarias son manejadas de esa manera. Sin embargo, indica que “cuando existe una incapacidad de controlar el cuadro infeccioso con las propias defensas, la paciente se ve obligada a consultar”.

En el tratamiento, la uróloga Melissa Cifuentes sostiene que es clave preferir tratamientos antimicrobianos abreviados para atacar directamente a la bacteria que provoca la infección, sin alterar los demás microorganismos que hay en el cuerpo. “Muchos médicos sin experiencia en este tipo de afecciones recetan antibióticos de amplio espectro y por períodos prolongados, pensando que así va a ser mejor en términos de que la infección no vuelva a ocurrir. Pero la realidad es que con este tipo de fármacos puede haber una mayor alteración en la flora bacteriana. Y eso no es lo que queremos lograr, porque la flora actúa como mecanismo defensivo, entonces al modificarla, aumenta el riesgo de la siguiente infección. Por eso, es importante cambiar la mirada y preferir estos tratamientos, para así disminuir la probabilidad de recidiva”, concluye.

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