Nuestra autoestima suele estar determinada por factores externos, por cómo nos vemos y qué opinión tienen los demás sobre nosotros; como los comentarios de nuestros pares, de nuestras parejas e incluso de nuestras jefaturas o clientes. Pero basar algo tan importante como la autoestima en la opinión de otras y otros –que además puede cambiar fácilmente–, nos quita estabilidad emocional. Lo mismo pasa cuando basamos la autoestima en los resultados. No siempre vamos a ganar y muchas veces, pese a que lo hagamos todo bien, no vamos a tener los resultados que esperamos. Por eso la percepción que tenemos de nosotras mismas y el valor que nos damos, no puede sostenerse en triunfos, ascensos laborales o en el parecer de otras personas.

Esto no quiere decir que la autoestima no pueda estar relacionada con situaciones externas, pero es fundamental que, ante todo, construyamos una base interna. Y no es fácil. “La mayoría de nosotras aprendió desde chicas, a derivar nuestra sensación de valor propio a partir de lo que otras personas piensan de nosotras, de nuestros logros, nuestras relaciones y nuestras posesiones”, escribe la psicoanalista y autora Vicky Tidwell para el medio Huffington Post. Y agrega: “A algunas nos enseñaron a guardarnos nuestros pensamientos y opiniones, a no ser que estén alineadas con lo que piensa la gente a nuestro alrededor. A veces, nos esforzamos tanto en pertenecer, que enredamos y modificamos nuestras opiniones para que calcen con las de los demás. Dejamos que nuestra parte exterior guíe a la interior”.

Vivir así, no solo lleva a una baja autoestima, sino que a problemas como la ansiedad y la depresión, porque sentimos que no somos suficientes, tal cual somos. Es por esto –dice la especialista–, que es importante preocuparnos de que la formulación de nuestra autoestima sea de adentro hacia fuera, y no al revés. “Esto significa que cada decisión que tomamos, y nuestra forma de ver el mundo, se basa en nuestra realidad y percepciones, y no en aquello que creemos que los demás piensan y sienten”, dice y añade que “vivir de adentro hacia fuera pasa a llevar y trasciende de los factores externos que guían nuestra estima, dejándonos encontrar nuestro sentido de valor desde el interior. En vez de buscar la validación afuera, desarrollamos y disfrutamos un auténtico sentido de nuestro valor. Y eso es autoestima en su forma más real”.

Para hacer el cambio, propone tres ejercicios. El primero es centrarnos en nuestras emociones y pensamientos. ¿Qué es lo que de verdad nos gusta hacer?, en vez de ¿Qué nos debería gustar para entrar dentro de cierto círculo social? O, por ejemplo, en tiempos de efervescencia política, donde las redes sociales tienden a ser rudas, muchas veces adaptamos nuestras opiniones por miedo a ser criticadas. Pero ¿qué es realmente lo que opinas, independiente de que no consigas tantos retweets como quisieras?

El segundo ejercicio es dejar ir la idea de que puedes controlar lo que otros opinen sobre ti, modificando tu comportamiento para acomodarles. Las personas son libres de querernos y de no querernos también, no podemos esperar caer bien en todos lados. Y tenemos que soltar la ilusión de que eso es algo que podemos controlar, porque haciéndolo, podremos ser más libres para expresarnos como sentimos que es correcto para nosotras. Tercero, la psicoanalista nos invita a buscar aquello que nos hace feliz y nos llena, independiente de que sea algo común, popular o avalado por ciertas personas. Por ejemplo, puede que a tus amigas les guste ejercitar en grupo, pero tú prefieres hacerlo sola; o quizás todos escuchan un tipo de música, cuando tú te sientes feliz escuchando otro. Aprende a ser honesta contigo misma y valida tus necesidades y gustos, para no tener que fingir frente a los demás.

En cuarto lugar, Tidwell hace un llamado a entender que todos y todas tenemos un valor interno, aunque a veces no seamos capaces de verlo: “Cuando te sientas inferior por algo que otra persona hizo o dijo, recuerda que tu valor no depende de los demás. Tu valor no está determinado por nada que sea externo a ti, ni siquiera por tus familiares o parejas íntimas”.

Y es que una vez que logramos comprender nuestro valor inherente, nuestra autoestima se ve inmediatamente beneficiada, porque independiente de lo que los demás opinen sobre nosotros, les hemos quitado el poder de afectarnos. Retomar ese poder, y convertirnos en dueños y dueñas de nuestra verdad y de la configuración de nuestra autoestima, es la meta. ¿No conseguiste un trabajo soñado o perdiste una carrera? Lo importante es que tú sabes cuánto te esforzaste, sabes lo que diste y lo que no, y en el camino descubriste de lo mucho que eres capaz.