Lazzaro Felice, Reivindicar la ingenuidad y la inocencia
La película italiana, premiada en el festival de Cannes y disponible en Netflix, abre un montón de interrogantes respecto a otras formas de observar el mundo y cuestiona, con crudeza, si es posible la bondad y la inocencia en un sistema como el actual, basado en la opresión y la ley del más fuerte.
Lazzaro Felice (2018) es la tercera película de la realizadora italiana Alice Rohrwacher y narra la historia de un joven (Lazzaro) y su comunidad campesina, explotados por una marquesa que los condena a la pobreza en una condición de semi esclavitud. Ninguno tiene conciencia de su condición de abusado ni mucho menos nociones de clase, porque no han tenido acceso a otra realidad. Viven en un contexto anacrónico –no sabemos dónde ocurre ni en qué año–, bajo un sistema semejante al feudalismo y están llenos de mitos y miedos respecto al mundo exterior.
En este contexto, Lazzaro es un joven que aparentemente no tiene lazos familiares con ningún miembro de la comunidad campesina. Es el último eslabón en esta cadena de explotación: la marquesa explota al grupo y ellos lo explotan a él. Lazzaro parece ser un personaje sin edad, sin tiempo, sin lugar, sin historia, como si hubiese sido colocado de forma arbitraria en este relato. Es bondadoso, servil, ingenuo y encuentra en ayudar a los demás una razón para estar vivo, en medio de una vida sin mucho sentido, basada en el trabajo forzado y la precarización.
En la Biblia, hay dos Lazzaro a los que se hace referencia. En una de las parábolas, Lazzaro es pobre, mendigo y permanece en la puerta de un hombre rico con la esperanza de algún día recibir sus migajas. Los dos mueren, pero Jesús aclara que el pobre es llevado al seno de Abraham, un lugar de consuelo y descanso, mientras que el hombre rico va al infierno. En otro pasaje de la Biblia, el personaje es un bondadoso amigo y discípulo de Jesús muy amado por él, que tras enfermar y morir Jesús lo revive. “Levántate y anda”, y Lazzaro sale caminando de su sepultura.
En la película, Lazzaro pareciera ser un personaje bíblico, un milagro, un mito en medio de este panorama de explotación. Podría ser Jesús, podría ser un mesías, podría ser un niño que nunca creció. Su ingenuidad es vista como algo absurdo, tonto, como una cualidad provechosa que sirve al explotador y a un sistema social basado en la opresión y la ley del más fuerte. Hay un montón de guiños de realismo mágico en la película –que recuerda un poco al pueblo Macondo creado por García Márquez– que nos llevan a imaginar que Lazzaro es, en realidad, un ser de otro mundo que viene a ser testigo, con ojos de espectador sin juicio moral, de toda la farsa de la humanidad. ¿Existe la ingenuidad? ¿Existe la bondad? ¿Existen los milagros?
Hasta el cansancio se nos ha inculcado desde niñas y niños que llegará un momento en que perderemos la inocencia, que el mundo es difícil, que creceremos de golpe y nos daremos cuenta de que la realidad no es como la imaginábamos. Nos han dicho que tenemos que ser pillos, saber movernos dentro de esa hostilidad, que no tenemos que confiar, que tenemos que dejar de creer. Así fuimos dejando atrás un montón de creencias que nos hacían enfrentar el mundo de forma más amable y amistosa, que nos hacían conectarnos con planos emocionales profundos, relacionados a la posibilidad de crear e imaginar universos diferentes.
La ingenuidad se percibe como sinónimo de estupidez y de ignorancia, porque efectivamente abre la posibilidad de que otros abusen de esa inocencia y nos pasen a llevar. ¿Pero de dónde viene esta definición? Justamente de un sistema que nos ha repetido que no podemos ser intrínsecamente buenos y por lo tanto no podemos confiar en la bondad de otros. ¿Pero no es acaso el mismo sistema el que nos corrompe con la ley del más fuerte?
Es posible reivindicar la ingenuidad como una posibilidad que nos permite soñar: es el motor que nos mueve a pensar que el mundo puede ser mejor, que podemos hacerle frente a la injusticia, que existe la bondad, que podemos confiar en otros, que podemos ser colectividad, que el futuro será habitable. Nos arrebataron la ingenuidad cuando nos dijeron que teníamos que resignarnos a lo que ya conocemos y que eso es lo que está bien. Cuando nos dijeron que el plano espiritual no existe, cuando nos dijeron que no podíamos pensar en lo imposible, cuando nos dijeron que lo único válido es el plano tangible, cuando nos dimos cuenta de que toda transacción es a través del dinero y lo material.
¿Cuál es la felicidad de Lazzaro? La ingenuidad, la posibilidad de que las cosas sean distintas, de poder soñar y mirar el mundo con una óptica particular, sin el filtro de la desconfianza y la incredulidad. ¿Qué pasaría si nos entregáramos al mundo con excesiva bondad y credulidad? ¿Moriríamos en el intento? ¿Quiénes son los ignorantes: los ingenuos soñadores o los incrédulos ensimismados?
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