Cuando uno termina una relación, hay un período de tiempo donde las cosas empiezan a decantar y casi todo está permitido: llorar con el o la polola, juntarse a conversar una y otra vez, llamarse en la madrugada o devolver cosas que quedaron pendientes. En el fondo, ‘dar un poco de jugo’ para vivir ese término al máximo.

Pero cuando las cosas no están del todo claras y los pactos de la relación salen de los marcos tradicionales, las rupturas pueden ser un tanto más complejas de llevar. Y es que, al no tener estos ritos de cierre y espacios de validación, la historia queda ahí, latente. Así lo contó, en 2016, una de las lectoras del sitio web Zancada: “Mi agarra-amigo se puso a pololear, lo que lo convierte inmediatamente en mi ex agarra-amigo. Pensé más de una vez qué pasaba si de repente conocía a alguien y tenía que cortar la relación con él. Me daba un poco de pena, pero asumía que no era tan grave”, decía.

“Cuando le pregunté si estaba saliendo con alguien me dijo: ¿pero podemos seguir siendo amigos? Yo le dije que sí, pero que si estaba saliendo con alguien, claramente la ecuación cambiaba. Fue realmente como si me hubiesen pateado, aunque no lo puedo establecer, porque no estábamos juntos”, agregó.

Superar las pérdidas de esas relaciones que son un ‘casi algo’, dice la psicóloga mexicana Nathalia Molina en su cuenta de Instagram (@psic.nathaliamolina), cuesta trabajo, pues las personas -al tratarse de relaciones que no tienen un título formal- le restan significado a lo ocurrido con ese vínculo. Como si todo lo vivido, no hubiese sido real solo por tratarse de ‘algo pasajero’, invalidando el dolor de la ruptura. “Lo que no se nombra no existe y me niego a llamarnos ‘casi algo’ porque tú y yo sí existimos, quizás no como me hubiera gustado, pero fue real. Fue algo porque me importó, porque te quería y porque invertí mucho de mí. Que no fuéramos novios no significa que no tengo razones para sentirme como me siento. El primer paso para sanar es reconocerlo”, escribió la psicóloga.

“No se necesita tener un nombre para saber y sentir que fue real, pero estamos tan acostumbrados a ponerle título a todo, que cuando sucede de una manera distinta, no sabemos cómo afrontarlo, cómo hacer para que nuestros sentimientos también tengan validez en un caso como éste y es muy fuerte”, respondió una de las usuarias al post que tuvo 81 mil likes y más de 200 comentarios.

Para la psicóloga Diana Rivera, académica de la Universidad Católica y jefa del diplomado de Psicoterapia de Parejas de la misma casa de estudios, esta sensación de no saber cómo actuar frente a un quiebre de estas características, se da porque todavía siguen presentes las convenciones sociales que le dan más peso a las relaciones formales. “Hace tiempo que estamos en un momento donde las relaciones son más líquidas, menos enraizadas, y más cambiantes y diversas. Pero, desde las nomenclaturas más tradicionales, estas formas distintas no parecen ser validadas con la profundidad e impacto emocional que tienen en quienes las viven. Que alguien tenga un vínculo sin nombre formal, no significa que las personas no se involucren emocionalmente en grados diversos. Aunque ese impacto se invisibilice, ese duelo igual se va a vivir como proceso subjetivo”, analiza

La especialista, además, cuenta que, como hoy las personas se relacionan y conocen mediante la tecnología -aplicaciones de citas o redes sociales-, el cierre de esos vínculos es algo que también se vuelve un poco difuso. No solo por la constante exposición, que es algo que afecta a cualquier tipo de relación, sino que también porque muchas veces las personas deciden terminar haciendo ghosting, un término que alude a desaparecer de la vida del otro u otra sin dar explicaciones. Con ese tipo de prácticas, que dejan la puerta abierta para un sinfín de idas y vueltas en la relación, las personas nunca saben del todo cuando las cosas (realmente) terminan.

“En las relaciones que se dan en estas plataformas, se supone que puede pasar algo así, pero eso no significa que los cortes en los que no hay explicaciones, no duelan. Puede que las personas se hayan enganchado y con el involucramiento, se generan expectativas, entonces esos cortes son fuertes. Más que lo breve, la forma del término es relevante. Que te dejen ahí volando puede generar angustia, incertidumbre y puede activar vulnerabilidades personales”, manifiesta.

Por eso, la psicóloga clínica y terapeuta de parejas Pamela Larraín, dice que las personas no deberían sentir vergüenza ni temor al momento de hacer el duelo, pues si se valida, ese proceso puede ser valioso y sanador para establecer mejores relaciones en el futuro. “Hay que vivirlo sin crítica, entendiendo lo que uno siente y aceptando que uno está en el suelo. Porque terminar una relación es una vivencia de pérdida, y ya sea formal o no, la sensación es la misma: se pierden ilusiones, expectativas, espacio mental. En conclusión, hay que validar que puedes sentir pena y tristeza, aunque esa relación no haya tenido nombre porque para ti fue importante y pusiste tus afectos ahí”.