Con un margen inesperadamente amplio, Sebastián Piñera ha resultado vencedor en una elección que enfrentó al país a resolver entre dos opciones claramente diferentes: la del Senador Guillier que consideraba que el principal problema del país sería la mala distribución de la riqueza y la del ahora Presidente presuntamente electo, que llamaba a retomar el rumbo del crecimiento para volver a generar bienestar.

Nunca, desde 1990 hasta ahora, esta encrucijada había estado tan claramente presente, ello se percibía en el ambiente que llegó a polarizarse fuertemente y en el ánimo de los inversionistas que esperaban expectantes el desenlace, lo cual se sintió en la inestabilidad de la bolsa y del dólar entre primera y segunda vuelta. La Presidenta Bachelet, por su parte, enfrentó estos comicios como un verdadero plebiscito sobre el diagnóstico que ella tiene de nuestra sociedad y, por ende, de sus reformas.

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No obstante, este triunfo es solo un primer paso en una batalla que se augura larga y ardua. No nos engañemos, las fuerzas políticas contrarias al modelo de desarrollo han tomado el control de la izquierda y sus líderes han reemplazado a los antiguos dirigentes que imprimieron moderación a la Concertación. El Frente Amplio tendrá una bancada que, con 20 Diputados en la Cámara Baja, buscará liderar ideológicamente una oposición cerrada al nuevo gobierno. Las fuerzas que pertenecieron a Nueva Mayoría se enfrentarán a una difícil decisión: seguir a los frenteamplistas o tener una posición más dialogante, en cuyo caso pueden sufrir una fuerte embestida desde la izquierda.

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La pregunta clave es dónde se ubicarán los parlamentarios más moderados de oposición, si es que serán capaces de actuar con independencia para permitir así que la nueva Administración tenga una agenda legislativa viable en beneficio del país. Estos legisladores también tendrán que analizar el efecto que tendría para ellos caer en un ambiente de confrontación y polarización. Obviamente, en el mediano plazo, sería un suicidio político para estas posiciones moderadas el plegarse a un ambiente de polarización.

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Por otra parte, el Presidente Piñera enfrentará la necesidad de tender puentes, buscar acuerdos, en ese sentido su agenda legislativa probablemente tendrá que ajustarse a una realidad política que le impondrá grandes esfuerzos de negociación política.

Con todo, las expectativas económicas del país son completamente distintas con un Presidente que valora el crecimiento y cuyo programa se basa en generar las condiciones para que este se produzca, de manera que existan los recursos para hacer la enorme inversión social que nuestro país necesita. Desde este punto de vista, los próximos cuatro años son fundamentales, una recuperación del crecimiento a niveles aceptables nos va a dejar a las puertas del desarrollo, objetivo que el Presidente Piñera planteó explícitamente en su campaña. Este es el único camino que nos puede dar mayores grados de estabilidad social y política, acotando los márgenes en los cuales se da el debate y las opciones políticas.

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Esta elección nos recordó que por mucho que hemos progresado como país, aún existen grados de insatisfacción que, exacerbados por discursos extremos pueden generar opciones que no tienen conexión con la realidad del mundo actual. Lo peor que nos podría pasar ahora es que los electores que votaron por el Presidente Piñera, los emprendedores, los taxistas, en general ese amplio espectro de chilenos que vio amenazadas las oportunidades de progreso para el emprendimiento privado dieran por ganada la batalla y creyeran que con esta elección se zanjó la posibilidad de una regresión estatista y populista.

La política chilena cambió, la opción frontalmente contraria a nuestro modelo de desarrollo y a nuestra forma de democracia representativa cuenta hoy con representación política organizada, con una base de sustento electoral importante y con un proyecto bien articulado. Todo eso sigue plenamente vigente, más allá del resultado de ayer, en las próximas elecciones así lo veremos sin duda alguna.

El gran desafío para los que creemos en el objetivo de convertir a nuestro país en el primero en derrotar definitivamente la pobreza y alcanzar el desarrollo, es convertir la mayoría electoral de ayer en una mayoría política, que vuelva a centrar las opciones en disputa y nos de estabilidad en el largo plazo.

*El autor es abogado UC y parte del equipo de Sebastián Piñera.