No se preocupen, el título de esta columna no es otro intento por imponer una versión femenina a todas las palabras, recargando los discursos con "todos y todas, muchos y muchas, patria y matria…" (con esa lógica, por lo demás, para ser justas con los hombres

deberíamos absurdamente hablar de personas y personos…). No, nada de eso. La palabra gobernanza fue para mí un descubrimiento.

Vagando por la Real Academia Española en mi sitio web favorito, www.rae.es, me encontré con que gobernanza es "el arte de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía". Al leer esta definición me gustaron la precisión y complementariedad de los conceptos.

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Gobernante, en cambio, es simplemente aquel "que gobierna". Y gobernar es conducir un país. Se puede conducir por un buen camino pavimentado o por un mal camino lleno de agujeros; se puede conducir hacia adelante o retrocediendo; se puede conducir rápido o muy lento…, por eso me quedo con "gobernanza": porque lograr el sano equilibrio de un país y con ello de las personas, es un arte infinitamente más acertado y requiere de una delicada gestión.

Gobernanza es un concepto relativamente nuevo -de la década de los 90- y busca dar legitimidad al Estado estableciendo los elementos de una "nueva forma de gobernar". Su búsqueda es el sano equilibrio de los diferentes sectores y poderes de un país para lograr la satisfacción de las personas. Porque equilibrio es precisamente lo que más necesitamos en nuestras vidas: esa difícil armonía entre las exigencias profesionales, familiares y la vida personal. Esencial es para ello que las políticas, tanto públicas como privadas, se focalicen según las prioridades de las personas.

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Y en el mundo del trabajo, la prioridad de los chilenos cambió: el salario dejó de ser el principal interés de los trabajadores, para ocupar la flexibilidad su lugar y, con ella, una vida de calidad.

Según un estudio de la Corporación Empresa y Sociedad de la CChC recién publicado, esta nueva preferencia laboral de los chilenos es transversal a hombres y mujeres y a todas las edades. Un 87% está de acuerdo con tener mayor flexibilidad en sus lugares de trabajo y sólo 8% está en desacuerdo. Y si bien los jóvenes son quienes más la valoran (92%), la gran mayoría de las personas de 60 o más años también la prefiere a otras condiciones (85%).

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Destaca en esta encuesta la percepción sobre los beneficiados de una mayor flexibilidad laboral: 47% estima que son los trabajadores; 38% que trabajadores y empleadores, y tan sólo 12% cree que los empleadores son los ganadores de esta política.

En la Fundación ChileMujeres nos gusta hablar de adaptabilidad en vez de flexibilidad, porque adaptabilidad es flexibilidad más formalidad. Los pactos de adaptabilidad vigentes en nuestro Código del Trabajo desde abril de este año exigen un contrato de trabajo y un anexo del mismo que establezca los acuerdos de distribución o adecuaciones a la jornada y del lugar alternativo donde prestar los servicios, dando certeza al empleador y al trabajador; creando condiciones de continuidad en los acuerdos; y evitando caer en relaciones laborales precarias, como sucede hoy, donde muchos de quienes trabajan con flexibilidad lo hacen sin contrato a través de boletas a honorarios.

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Teniendo sobre la mesa esta nueva prioridad laboral, debemos elegir este domingo no sólo al nuevo Presidente o Presidenta, sino también a senadores y diputados comprometidos con la calidad de vida de las personas. Necesitamos con urgencia que en esta elección ganen más mujeres, aprovechando la aplicación de la ley de cuotas, medida que ha obligado a fijar la mirada en mujeres muy capaces, antes invisibilizadas en política. Urge contar en el Congreso con equipos mixtos que logren una visión global, integradora, que saquen adelante leyes promotoras de adaptabilidad laboral y corresponsabilidad parental, para abrir la puerta a esas más de 200 mil mujeres que quieren trabajar remuneradamente pero que no pueden, al no encontrar trabajos con condiciones espaciales o temporales que se adapten a sus necesidades familiares. Necesitamos diputados y senadores que aporten a la construcción de una sociedad con condiciones de trabajos equilibradas, que permitan también a los niños ser criados y educados por sus propios padres y no sólo por instituciones.

Requerimos que todos los que determinarán los caminos del país, dejen de ser meros conductores; que comprendan que su mandato requiere un trabajo muchísimo más delicado, mesurado y prudente, para lograr el sano equilibrio que nuestro país anhela, con una mirada de país a largo plazo, abandonando la pequeñez que con tanta frecuencia se ve en política y que ha llevado a los chilenos a desvincularse de ella.

Precisamos, en fin, de nuevas autoridades que sepan de gobernanza. Aunque no hayan conocido o usado antes esta palabra, pero sí entendido su contenido y necesidad.

*La autora es abogada y co-fundadora Fundación ChileMujeres.