El Censo: aguardado y sorprendente

Más viejos y más ricos. Así estamos (como país, digo). Es lo que de algún modo sabíamos, pero que ahora se nos representa con estadística dureza. Pero también, muchísimo más diversos de lo que nunca fuimos; todo, de acuerdo con el Censo 2017 que acabamos de conocer.
Con sobria solemnidad, el recientemente designado director del INE entregó la semana pasada los resultados. Hay mucho que celebrar en esto: la culminación de una tarea formidable, el esfuerzo de muchos y la participación de todos. No cabe más que felicitar al INE, a las autoridades entrantes y salientes que, como corresponde, han hecho operar la institucionalidad; en este caso, la institucionalidad estadística. Para los ciudadanos, aplaudir que dispongamos de un instrumento que da luz sobre quiénes somos. Pero, ante todo, se refuerza la confianza en la continuidad y robustez de nuestras estadísticas públicas.
Este Censo revela una formidable mejora en las condiciones materiales de vida. El cambio es abismante para un período relativamente corto (15 años). Baste mirar un dato: las viviendas que podríamos denominar "precarias" (choza, campamento, conventillo) representan ahora sólo un 2,2% del total, menos de la mitad de lo que era en 2002, y sólo una fracción comparativo a una realidad no muy remota. Se ha avanzado respecto a medir la pobreza, pero he aquí un dato sólido, censal, que muestra un cambio impresionante en algo que, sin ser equivalente, sin duda se relaciona con un avance decisivo. La disponibilidad de agua potable en hogares es total (99% en zonas urbanas) y el indicador de hacinamiento se reduce drásticamente a menos de la mitad. Podemos llamarlo como se quiera, pero es bienestar compartido, progreso material, mejor calidad de vida, quizás el desafío que nos planteara hace años un Techo para Chile.
Pero lo más impactante, quizás, es el asombroso cambio que aparece en la diversidad de nuestra sociedad. Diversidad objetiva (número de inmigrantes), como también subjetiva; esto es, la autodefinición de pertenencia a etnias o pueblos originarios. Esta declaración, atención, ¡se triplica en el período! Así, no solo somos más diversos, sino que ahora también nos reconocemos más diversos. Nada menos que 2,2 millones de chilenos (12,8% del total) se identificó con alguna etnia. Obviamente no es el producto de un cambio etnográfico objetivo (imposible en tan corto período). Esto es un salto en reconocimiento de una realidad que, por diversas razones, estaba sumergida. (Aunque, ojo, un cambio en la redacción de la pregunta de 2017 podría explicar parte del salto).
Hay mucho más, por cierto: resultados para celebrar como la mejora en los niveles de educación; otros tristes y desafiantes como el envejecimiento, la disminución en el número de niños, o la aún insuficiente participación de mujeres en el trabajo remunerado. Lo importante es que ahora disponemos de un instrumento poderoso para avanzar en comprenderlos, y ojalá enfrentarlos.
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