Uno de los mayores referentes del Hollywood de los 60 falleció este miércoles. La actriz estadounidense Raquel Welch murió a los 82 años en su casa en Los Angeles, según confirmó su círculo al portal TMZ. Aunque no se especificaron detalles, se señaló que su deceso se produjo luego de una breve batalla con una enfermedad.

La estrella nació como Jo Raquel Tejada en Chicago en 1940. Hija de un ingeniero aeronáutico oriundo de Bolivia, Armando Carlos Tejada, y de la estadounidense Josephine Sarah Hall, la intérprete ganó concursos de belleza antes de estudiar teatro en San Diego y abandonar la carrera a los 19 años. Se casó y tuvo dos hijos con un compañero de clase, pero a comienzos de los 60 ya estaba separada y buscando oportunidades laborales en Los Angeles.

Raquel Welch

Uno de sus primeros trabajos fue un rol pequeño en el musical Roustabout (1964), protagonizado por Elvis Presley. No mucho después consiguió un jugoso contrato con 20th Century Fox, que le dio un papel central en la película de ciencia ficción Fantastic voyage (1966). Esa cinta la llevaría a filmar en Inglaterra One million years B.C. (1966), la producción que definiría tanto su carrera como un episodio memorable de la industria.

Vestida sólo con un bikini, la actriz posó como una mujer del Pleistoceno dispuesta a enfrentarse a quien apareciera en su camino. El afiche trascendió su época (estaba colgado en la celda del protagonista de Sueños de libertad) y la catapultó inmediatamente al estrellato. Acorde a ese estatus, en 1968 compartió pantalla con Frank Sinatra (Lady in cement) y las ofertas se apilaron.

Sin embargo, no se contentó con el rótulo de sex symbol que le endosó el medio. En 1970 protagonizó Myra Breckinridge (1970), adaptación de la novela homónima de Gore Vidal sobre una mujer trans que se somete a una operación de reasignación de sexo. La cinta fue foco de múltiples polémicas (recibió la calificación “X”, apta sólo para adultos) y no tuvo éxito ni comercial ni de crítica, pero subrayó la voluntad de Welch de resistirse al encasillamiento.

Una de sus mejores actuaciones la entregó en Los tres mosqueteros (1973), adaptación del libro de Dumas con Michael York, Oliver Reed, Frank Finlay y Richard Chamberlain en los roles principales. Su impecable encarnación de Constance Bonacieux le reportó el primer y único Globo de Oro de su carrera. Cuando su nombre era célebre mundialmente, filmó en Francia la película Animal (1977), protagonizada junto a Jean-Paul Belmondo, y compartió cartel con Bill Cosby y Harvey Keitel en la comedia Mother, jugs & speed (1976)

Pero no se restringió a su labor en la pantalla. En 1973 montó su propio show de canto y baile en Las Vegas y ocho años más tarde brilló reemplazando en Lauren Bacall en el musical Woman of the year, la constatación final de que era una mujer de múltiples talentos.

Foto: Fred Prouser/Reuters

Una amarga disputa marcaría su carrera en los 80. MGM la despidió de la película Cannery row (1982) cuando llevaba apenas dos semanas de filmaciones, asegurando que no estaba cumpliendo con las horas de ensayo previamente estipuladas. Ella alegó incumplimiento de contrato y el asunto se resolvió en la arena judicial. Los tribunales acreditaron que la acción había sido una maniobra del estudio para cubrir los retrasos y problemas de presupuesto, por lo que ganó ese gallito.

Pese a su triunfo, su carrera jamás volvería a ser la misma. Desde entonces apenas actuó en un puñado de películas (Legalmente rubia fue una de ellas y la última fue How to be a Latin lover, junto a Eugenio Derbez) y se volcó sobre todo a las series. En televisión acumuló casi sólo apariciones puntuales, aunque una de ellas fue particularmente notable: parte de la octava temporada de Seinfeld, la actriz dio vida a una versión temperamental de sí misma en un capítulo llamado The summer of George.

Fue otra prueba de su ductilidad para quienes sólo la apreciaron como un ícono sexual, un mote que intentó disputar en sus últimos años, en especial al lanzar en 2010 su autobiografía, Raquel: Beyond the Cleavage (Más allá del escote). “Personalmente, siempre odié sentirme tan expuesta y vulnerable”, lanzó en esas páginas.

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