Un’estate italiana: la historia de pugna y rechazo de la mejor canción de los mundiales

Un’estate italiana: la historia de pugna y rechazo de la mejor canción de los mundiales

Italia 90 regaló el himno más memorable y emotivo de los campeonatos de fútbol. El mismo donde participó una leyenda europea como Giorgio Moroder. Y el mismo torneo que tuvo en su último gol al recién fallecido Andreas Brehme, quien le dio el título a Alemania.


El Mundial de Italia 90 es recordado por las lágrimas de Diego Armando Maradona derrotado en la final por Alemania, por la fiereza para atajar penales de un arquero que entró de reemplazo y no se esperaba la gloria (Sergio Goycochea) y por la propia grandeza germana para quedarse nuevamente con el premio mayor de la mano de Franz Beckenbauer.

Pero también algo más. Un detalle -y una melodía- que no guardan estricta relación con la cancha: el himno que musicalizó ese campeonato del mundo. Esa canción de ímpetu épico y de acento evocativo que hasta el día de hoy escala como la más emotiva de los mundiales, muy en sincronía con el vigor que empujó a la canción italiana a fines del siglo XX.

Se trata de Un’estate italiana, interpretada por Gianna Nannini y Edoardo Bennato, y compuesta por la leyenda de la música de su país, el cantante, productor y DJ Giorgio Moroder.

Pero su cuna no fue fácil. De hecho, su trastienda está atada entre pugnas, rechazos y amistades que se quebraron.

No soy más tu amigo

En 1989, los organizadores de Italia 90 le encargaron a Moroder la materialización de un tema que sirviera como himno oficial del evento que se desarrollaría un año después. Era la determinación adecuada: Moroder había revolucionado el pop europeo de los 70 gracias a su cruce de música disco y avanzada experimentación electrónica, sobre todo demostrado en su faena con la cantante Donna Summer. Era un crédito reputado e influyente: de sus manos debía nacer un mazazo universal. Su cerebro cruzaba como pocos sensibilidad en la pista y emotividad de las máquinas.

Bajo esa misión, Moroder escribió la música, pero le encargó el contenido lírico de la canción al letrista estadounidense Tom Whitlock, con quien ya había colaborado en Take my breath away, un clásico ochentero y tema principal de la película Top Gun.

Whitlock decidió escribir la letra en inglés, que llevó como título To be number one (Para ser número uno), la que fue interpretada por una banda creada por Moroder especialmente para la ocasión, llamada “Giorgio Moroder Project”, que tenía como vocalista al cantante estadounidense Paul Engemann.

Sin embargo, el productor italiano no quedó del todo conforme con la letra original en inglés, que era demasiado sencilla y solamente hablaba sobre el juego limpio y las ansias de ganar. Nada muy elaborado. Sus ansias buscaban algo más rotundo y elocuente.

¿Podía influir que Whitlock era estadounidense, un país de escasa relación en esos años con el balompié, más habituado a otros deportes? Quién sabe.

Lo cierto es que Moroder tomó el tema y le encargó una letra en italiano a sus compatriotas Edoardo Bennato y Gianna Nannini, quienes eran en aquel momento las principales figuras de la música rock en Italia.

Whitlock no lo soportó: rompió su relación con Moroder y le dijo que nunca más trabajaría con él.

Bennato y Nannini, sabiendo que Moroder no había quedado satisfecho con la letra escrita por Whitlock, aprovecharon la oportunidad y decidieron escribir una letra totalmente diferente, llamada Un’estate italiana (Un verano italiano), que a diferencia de la versión original, poseía una estructura lírica más elaborada y poética, que además del fair play y la voluntad de ganar, hablaba sobre la emoción de la competencia futbolística, de la conquista que significaban los triunfos y de la fiesta global que generaba la copa. O sea, fútbol 100%.

Finalmente, se resolvió que la versión en italiano representaría a Italia 90. Quedó para siempre en el inconsciente colectivo. Puede que para los chilenos el recuerdo más latente sea El rock del Mundial, de Los Ramblers; pero Un’estate italiana todavía encarna épica y pasión a prueba del paso del tiempo, en el último Mundial donde lució un astro como Maradona (al siguiente en EE.UU. fue castigado por doping).

Y en el mismo Mundial donde el recién fallecido Andreas Brehme hizo el gol de penal que le dio el título a Alemania.

Por lo demás, todos ganaron. Para evitar un conflicto por derechos de autor, el pobre Whitlock figura en los créditos de la versión en italiano como coautor de la letra, junto a Bennato y Nannini.

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