Hay canciones que marcan un punto de inflexión. The Beatles iniciaron el despegue atómico con su primer número 1, Please, please me, u Bohemian Rhapsody para Queen, o la inmortal Like a Rolling Stone, para Bob Dylan. Ese lugar en el destino, en el que un paso a un lado u otro del camino cambia sustancialmente la fortuna, fue al que llegaron los mexicanos Maná, hacia 1990.

El conjunto formado entonces por Fher Olivera, Juan Calleros, Álex “El Animal” González y Ulises Calleros había publicado su álbum homónimo debut en 1987, de la mano de la multinacional Polygram. De este, se desprendieron los singles Robot, Mentirosa y Queremos paz. Sin embargo, con el disco no pasó absolutamente nada. La fama y el reconocimiento se resistían a Maná.

Los mexicanos tenían las esperanzas en ese disco debut, pero la frustración por el fracaso era tan grande como los hoyos en los bolsillos. La idea de tener que abandonar lo que parecía una quijotada comenzó a rondar por las cabezas de los integrantes. De hecho, Fher Olivera estaba dispuesto a dejar la música y empezar a trabajar en su carrera universitaria (la licenciatura de Comunicación en la Universidad del Valle de Atemajac -UNIVA- en Guadalajara), Álex volvería a vivir a Miami y olvidarían Maná. Para siempre.

Maná

Sin embargo, una noche se reunieron Álex González y Fher Olivera, los Lennon y McCartney del grupo. La idea era pasar el rato, lo que hacen usualmente dos amigos chascones y melómanos. Pero ocurrió algo mágico. Pasamos muchos años con muy poco dinero. Una vez, Álex González, pasó la noche en un apartamento de la colonia Roma que no tenía ni muebles. Y entre cervezas, escribimos la canción”, contó años después Olivera.

González también lo recuerda nítidamente: “Fher y yo veníamos de una junta con una casa discográfica que prácticamente nos había dicho que no la íbamos a lograr como banda. Llegamos muy decepcionados, pero manteníamos esa hambre y esos de sueños de llegar lejos. Nos estábamos quedando en el apartamento de un amigo, Fher y yo andábamos con un equipo portátil de bajo, una guitarra acústica y una caja de ritmos. Fher bajó a una tienda que estaba a la vuelta y compró unas caguamas, que son unas cervezas que vienen en envase grande”, dijo a Publimetro Colombia.

Nos echamos unos tragos pensando qué iba a pasar en el futuro y le dije que comenzáramos a improvisar a ver qué salía. Empezamos a musicalizar y Fher se quedó toda la noche escribiendo una idea que se le vino a la mente. Me acuerdo que en la mañana cuando me levanté, me contó que ya tenía la letra y el título de la canción. Le dije que me la cantara y dije: ‘¡Wow!’”.

Esa rola era Rayando el sol, una balada que habla de desamor, de desamor. “Esta pena, me duele, me quema sin tu amor / No me has llamado, estoy desesperado / Son muchas lunas las que te he llorado”, canta desgarradoramente Fher. El “Animal” también comentó la frase central de tema, que le da título: “Me acuerdo que ese día Fher me dijo que el nombre se le había venido a la mente gracias a que había seguido derecho toda la noche y justamente cuando estaba saliendo el sol”.

Fher la sigue pensando como una canción emblemática. “Para nosotros es muy importante, y si tuviéramos que definirla en una palabra, esa tendría que ser ‘icónica’. Es la base, el pilar de nuestra historia, la que prácticamente nos sacó del anonimato y del hambre. Y es que la verdad es que estábamos muy jodidos. Rayando el sol es una canción que nos sigue encantando tocarla, que a las generaciones nuevas les gusta, así que al elegirla lo que queríamos hacer era una especie de remembranza de nuestra historia”.

Rayando el sol, la Smells like teen spirit de Maná, fue el primer single del segundo disco del grupo, Falta amor, que tuvo mejores resultados que el primero. Además incluyó temas como Gitana, o Buscándola. Ahí comenzó a despegar el cohete y que luego aterrizaría por primera vez en Viña en el Festival de 1994. En aquella vez, cerraron justamente con la canción, la que los sacó de agujero.

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