No es normal que Cindy Nahuelcoy (31 años) esté allí. Su figura estilizada y diminuta contrasta con los cuerpos anchos y uniformes de los árbitros que la rodean. Los casi dos metros de altura de César Deischler, quien se encuentra a su lado, dejan en claro que su presencia es una anomalía. Es extraño y llamativo. Si se tratara de otra época, también sería indebido. Pero Cindy Nahuelcoy está. En medio de un mar de hombres, ejerciendo una profesión hace poco exclusiva de hombres, reservada y dominada por hombres. La primera jueza asistente en pertenecer al plantel referil de la División de Honor del fútbol chileno es una revolución invaluable e incontrarrestable que llegó para quedarse.

Los entrenamientos de la pretemporada continúan en las canchas traseras de la ANFP. Es jueves y el humo de los incendios australianos se han apoderado de los cielos nacionales. Puede que la humareda opaque la luz del sol, pero no así la presencia de Nahuelcoy, quien corre a la par de sus compañeros sin quedarse ni un milímetro atrás. Su cola de caballo se mueve con la misma libertad que expresa su sonrisa. Hay comodidad pese a que con Loreto Toloza son las únicas mujeres de todo el recinto. Es una más: no hay diferencias entre géneros cuando se trata del silbato.

"Hoy en día se ha eliminado el machismo en el arbitraje. Ya no existe el 'no' para la mujer en una cancha", asegura Nahuelcoy a La Tercera. "Antes era mucho más difícil. Que hubiese una mujer en el fútbol de hombres era complicado, había mucho machismo, y las oportunidades eran nulas", añade. Su designación como jueza asistente de la Primera División le ha llevado a acaparar portadas y conceder variadas entrevistas. Al igual que Toloza y Belén Carvajal, Cindy es una pionera.

El calor de la mañana hace que el jefe de la preparación física, Francisco Caamaño, declare tiempos de hidratación más seguidos de lo habitual. Nahuelcoy camina hacia la fruta y el agua mineral con el banderín bajo el brazo. Es el instrumento con el que más se siente a gusto. Con el que ha conseguido llegar donde está y que canaliza su lucha por ser considerada una igual. Caamaño da por terminado el descanso con un potente "ya, muchachos", sin reparar en que hay dos mujeres presentes a quienes esa frase no incluye. Una frase que no podrá ser utilizada nunca más.

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El referato llegó a la vida de Cindy Nahuelcoy por casualidad. Estudiando educación física en la Universidad Central, un compañero le comentó que en un campeonato de fútbol femenino necesitaban árbitras. Como jugaba a la pelota aceptó. "Nunca me llamó la atención arbitrar", indica la asistente. Sin embargo, su incursión no se detuvo y continuó arbitrando por casi cuatro años en el fútbol amateur. En 2010 ingresó al INAF para profesionalizar su carrera y desde allí no paró.

"Mi decisión nunca fue algo como 'familia, quiero ser árbitra'. Empecé a trabajar como árbitra y me gustó, fue algo que se dio de a poco. Sí tomé la decisión de estudiar en el INAF, pero mi familia se lo tomó como una carrera más, aunque quizás no dimensionaron lo que yo quería lograr", relata.

Su ascenso no ha sido fácil. Han sido diez años de sacrificios que la nacida en Pudahuel ha debido sortear. Al ser consultada sobre las claves de su éxito, no duda: "Hay que ser muy perseverante, muy guerrera y muy responsable. Perseverante, sobre todo por ser mujer en un mundo de varones. Hoy en día se están dando las oportunidades para que las mujeres participen con los hombres, entonces depende solo de uno para llegar donde se quiere estar".

La jueza asegura que en su camino al profesionalismo jamás se encontró con machismo o alguna barrera por ser mujer. "Desde que se nos dio la oportunidad de participar en el fútbol masculino, jamás he sentido un rechazo por ser mujer, ya sea de compañeros o jugadores. La recepción ha sido súper positiva. Nunca he tenido un conflicto especial por ser mujer o que me griten en la línea por mi género. Los gritos que recibo son por los cobros", cuenta. No obstante, rememora una ocasión en la que estando en un campo de juego, gente mayor le lanzó comentarios machistas, "pero es gente adulta que vivió otra etapa". También descarta cualquier tipo de situación con algún futbolista mientras se desempeñaba como árbitra de Primera B, el año pasado.

Cindy agradece el trato con el que la han recibido en el cuerpo que comanda Enrique Osses. Eso sí, espera que eso se traslade también a su salario: "La verdad no tengo claro cuál será mi contrato aún, no lo he conversado. Pero debería ser igual porque aquí no debería haber diferencia de que por ser mujer vaya a ser menor mi sueldo". Un árbitro asistente recibe 800 mil pesos por cada partido.

Tampoco elude lo que en estos momentos significa su figura para las mujeres y el feminismo. Si bien no se considera como parte del movimiento, Nahuelcoy hace suya la responsabilidad de motivar e inspirar a las nuevas generaciones de mujeres para que trabajen por alcanzar sus sueños, sobre todo si están relacionados con el fútbol: "Quizás hay mucha gente que va a querer ser árbitra porque me verá a mí en un terreno de juego, y se van a dar cuenta de que sí se puede estar en una cancha de fútbol rodeada de hombres". Por eso comparte un mensaje claro: "Motívense, porque las capacidades están. Las capacidades de los hombres también las tienen las mujeres. Hasta el día de hoy las evaluaciones físicas que me han hecho han sido las mismas que un varón. Si uno cumple, se puede llegar".

"Antes era más difícil. Que hubiese una mujer en el fútbol de hombres era complicado, había mucho machismo, y las oportunidades eran nulas".

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Los trabajos físicos concluyen para dar paso a los prácticos. Es hora de entrenar el delay, es decir, la demora en un cobro para esperar a que termine la jugada. Estando sobre la línea su posición corporal nunca cambia: cabeza recta hacia el frente con la mirada fija y los pies moviéndose sin cesar. Caamaño va pasando por ahí y la felicita por su trabajo. Nahuelcoy, luego de haber revisado en computador los aciertos y errores de la sesión, recibe la invitación de otros árbitros para una salida nocturna en una discoteca capitalina. Entre miradas y sonrisas cómplices, la jueza afirma: "La Caleido es buena".

"No tengo claro cuál será mi contrato aún, no lo he conversado. Pero debería ser igual porque aquí no debería haber diferencia de que por ser mujer vaya a ser menor mi sueldo".

"Mis pares me felicitan, me dicen que siga trabajando como lo he hecho hasta ahora, que si estoy en Primera División es porque me he podido desarrollar igual que los hombres, y que siga trabajando como lo he estado haciendo", señala en relación a sus nuevos compañeros, a quienes, pese a la buena onda, no deja de mirar como competidores.

Nahuelcoy no le teme a la presión de la opinión pública. Insiste en que deberían enfocarse en lo positivo de su presencia en una cancha y no en los eventuales errores que pudiera cometer. "No creo que haya menos tolerancia a mis fallos", sostiene.

La posibilidad de estar en un Superclásico le atrae: "Obviamente me gustaría estar, pero creo que uno debe ir construyendo la carrera paso a paso. Y creo que lo he hecho así. ¿Si me siento preparada? Son más de 10 años arbitrando, así que si estoy en Primera es porque tengo las mismas capacidades de un varón. Si ellos pueden estar en un Superclásico, yo también puedo estarlo".

Y tiene claro cuál quiere que sea el legado de su revolución: "Me gustaría que la mujer pudiera lograr lo que ella quisiera, y una de las cosas más difíciles es llegar al fútbol masculino. Por el entorno, por la sociedad, porque se piensa que te van a rechazar. A mí me invitaron a participar, no fue que me hayan dicho 'ya, tú vas a empezar una carrera'. No, fue una invitación, y de acuerdo a mis capacidades y lo que demostré en cancha fue que pude pertenecer a una división. Me dieron la oportunidad y tuve que aprovecharla".