A los 30 años, Diana Aurenque era oficialmente doctora en Filosofía de la Universidad de Friburgo. Estaba en Alemania, era 2011 y, desde allá, buscó trabajó en Chile, enviando su currículum a todas las universidades que pudo, aunque no le fue bien. Entonces se activó el azar: leyó por casualidad un aviso en el que buscaban un filósofo que quisiera especializarse en ética médica, para trabajar en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tübingen, una de las más antiguas de Alemania. Pedían que el postulante tuviera especialidad en Nietzsche.
“Yo en realidad me había especializado en Heidegger, pero para la entrevista me volví experta en Nietzsche”, bromea la filósofa Diana Aurenque, quien se preparó, postuló y quedó en el cargo. “Estuve cuatro años en Tübingen, y ese puesto cambió mi vida. Mi jefe era filósofo y además médico, y profundizamos en temas que me parecieron fascinantes: la eutanasia, el aborto, la intervención de los cuerpos. Temas ético-médicos que tenían mucha conexión con lo público”, cuenta Aurenque, actual directora del departamento de Filosofía de la Universidad de Santiago (Usach), la misma en la que estudió Pedagogía en Filosofía −antes de irse a Alemania− y adonde volvió en 2015.
Hace dos años, en plena pandemia y con la expertise en el ámbito de la ética médica y la filosofía de la medicina, Diana Aurenque comenzó a aparecer cada vez más en medios de comunicación, en entrevistas y columnas, abordando diversos temas públicos. Participó antes de la pandemia en Congreso Futuro, y en actividades que rápidamente la posicionaron como referente en cuanto a la divulgación de la filosofía. “Creo en el rol político y en la democratización de la filosofía. Mientras más personas lean filosofía, mejor. No significa que vayan a ser más felices, pero sí serán sujetos más conscientes y empoderados de su situación”, dice.
Un ímpetu que la llevó a escribir su primer libro en español llamado Animales enfermos (Fondo de Cultura Económica), que se lanzará el próximo sábado 23 de abril en pleno Paseo Bulnes −el mismo barrio donde vive− afuera de la Librería del Fondo. El texto fue un éxito de preventa, algo poco común para un libro de filosofía. Tal vez por la extraordinaria habilidad de Aurenque de escribir temas que podrían parecer densos, con pluma liviana e inteligente, sin dejar de lado la argumentación robusta.
“Somos ‘animales enfermos’ en comparación con el animal no humano, porque requerimos de una serie de mecanismos ajenos a la naturaleza para asegurar nuestra existencia”, dice la filósofa, para aludir a la tesis del libro. “Si comparamos al ser humano con otros mamíferos, el humano es sumamente deficitario y dependiente. No nacemos caminando, necesitamos cuidado por muchos años. Requerimos ropa, zapatos, casas”, añade.
Así, la “enfermedad” es una condición existencial. En sentido biológico, porque mientras vivimos nos enfermamos (y finalmente terminamos por morirnos). Y en el sentido filosófico, entendiendo que vivimos siempre con una carencia que es la que nos lleva a razonar, creer, crear y armar todo un sistema para sobrevivir. Es decir, la enfermedad es al mismo tiempo un poder. “Todo lo que nos rodea es una construcción. Pero no porque seamos poderosos creadores, sino porque biológicamente somos tan vulnerables, que todo lo demás es una construcción que nos permite ser y existir. Somos un maravilloso “animal enfermo” que sabe ser “sano” de una y mil formas; una y mil veces”, dice Aurenque, quien en su libro navega por temas como la ética, la dietética, la terapia, los cuerpos, la vejez o la muerte. Y termina con un capítulo magistral dedicado al amor.
“Me parece que el amor −en sus diversas formas− es una de las expresiones más claras de nuestra extraña condición animal; porque independiente de las diversas formas en las que podamos definir, vivir o comprender el amor, pese a muchas diferencias culturales y particularidades subjetivas, concordaremos en que el amor refiere a un vínculo afectivo que, sin ser realmente necesario o imprescindible para el vivir biológico, sin tratarse de una necesidad básica material como lo es alimentarnos, cobijarnos o descansar, lo consideramos como tan o más vital que ellas. Porque seamos claros: si el amor tiene conveniencia, dependencia, utilidad u obligación, entonces ya no es amor”, dice la filósofa.
¿Cómo defines el amor?
Amar significa muchas cosas. Y además, hay amores distintos: amor romántico, amor de padres y madres a hijos (y viceversa), etc. Algo común a todos ellos es, quizás, que se trata de un vínculo de los más fuertes que nos afectan y que nos obliga a decidir y actuar acorde a ese sentir. Pero, el amor no es una pulsión, una emoción irracional, como a veces se cree, sino que es un sentir que tiene, como observó Pascal, su propia racionalidad.
Decir “te amo”, por ejemplo, significa decir: siento amor por ti, pero no como uno siente otras emociones −ira o tristeza− que vienen y van. El amor es algo que quiere permanecer. En cada “te amo” se dice un sentir actual que alberga una intención de futuro, un anhelo por eternizarse. El amor es una de las maravillosas ficciones que nos dan sentido, miseria o alegría en nuestras vidas. Y que es posible precisamente porque somos animales enfermos.
Entonces, ¿la salud tiene que ver precisamente con el amor?
Si la “salud” en sentido humano −como quiero mostrar en el libro− es un asunto tan plural (pues hay distintas “saludes”), pero a la vez tremendamente personal y multidimensional, y el amor al mismo tiempo es uno de los fenómenos y experiencias que más nos determinan en la vida, uno que más nos marca e importa, entonces el lugar y sentido que le demos a este fenómeno, concepto o experiencia, tendrá mucho que decir respecto de cuán “sanos” o “enfermos” nos sintamos.
En el libro dices que el amor es intrínsecamente complicado.
El amor romántico siempre es un “rollo”; un estar “enrollado”. Porque el amor tiene muchas dimensiones, capas que lo constituyen: hay los componentes biológico-evolutivos (en nosotros por ser animales; el goce, la atracción o el apego), los psicosociales y los culturales. Todos estos tienen algo que ver en cómo, a quién y porqué amamos. Pero hay que agregar: el amor hoy es más difícil que antes porque se le cree como a un nuevo Dios: al amor le pedimos todo y de él, esperamos todo. Pero, curiosamente, pedimos todo sin realmente cumplir con lo único que el amor quizás requiere: amar al otro como otro. Hay muchos “yoes” que se repiten y quieren en sus parejas copias de sí mismos o, extensiones de sus ideales, pero poco amor y entrega al otro: con sus resistencias, complejidades y propias bellezas.
Claro, como lo que cuentas de Heidegger en tu libro. Cuando él le escribe a Hanna Arendt traduciendo a San Agustín, señalando que “amo” significa: quiero que seas lo que eres.
Exacto. Es una idea del amor que precisamente va en contra de la idea del amor con la que uno crece: la de posesión del otro. Siempre se dice que nadie posee a nadie; pero en la práctica, pienso que todos alguna vez hemos caído en entender el amor en términos de propiedad. ¿Y cómo no caer? Cuando el amor ocurre, nos ocurre, interrumpe el curso “normal” de la vida, nos vuelve “locos” a todos y, al menos por un momento, hace la vida más linda, colorida e interesante. Porque, como decía antes, el amor se siente y quiere eternizarse; pero la voluntad de amor no garantiza y, pienso, hasta lo espanta. Ante ese anhelo por eternidad que surge del amor, deberíamos recordar que se vincula no al amor que yo siento, sino al amor que el otro me provoca, justamente, porque es ese otro. Dejar ser es quizás lo más difícil de amar, y curiosamente, debería ser lo más fácil.
* El lanzamiento del libro Animales enfermos se realizará en Paseo Bulnes 152, a las 17 hrs, y será presentado por el escritor y divulgador argentino Darío Sztajnszrajber.