“Inicié mi vida amorosa de forma tardía, sólo valiéndome de consejos y vivencias de mi pequeño círculo de amigos. En mi infancia fui muy popular y extrovertida, por no decir extravagante, pero al llegar a los 11 años tuve mi primera regla y para mí eso terminó con mi niñez. Me convertí en una adulta de golpe y olvidé por completo que debía vivir mi adolescencia.
Me volví tímida, luchando minuto a minuto con la ansiedad y los kilos, con un amor propio inexistente y una autoexigencia terrible. Entre el peso, el acné y los orzuelos en los ojos, mi valor no existía y pese a mis talentos artísticos -el dibujo y la pintura-, pesaba mucho más el cómo me sentía físicamente frente a mis pares; yo era la rara y la tímida.
Recién al entrar a la universidad y lograr encontrar amigas muy parecidas a mí, fui descubriéndome, pude admirar mis talentos, estudiar lo que quería y destacarme, pero mis fluctuaciones de peso continuaban y mi autoexigencia frente al espejo aún más. Siempre pesaba mucho más cómo me veía, estaba en un mundo totalmente estético, estudiando diseño, rodeada de gente muy linda y segura, bajo mi percepción y mi falta de amor propio. Ni hablar del tema de conocer a alguien cara a cara para formar una relación, pero existían las ganas y la posibilidad de hacerlo virtualmente y fue así cómo conocí a mi primera lección de vida, que duró cuatro intensos años.
No tengo recuerdos de buenos momentos, sólo de tener mucha ansiedad y de frases tan duras como “puedes ser la mina más linda del mundo pero nunca te voy a querer”. Él fue mi primera vez en todo, era mi propio espejo diciéndome que jamás sería suficiente, que jamás sería amada. Acepté cosas que en este momento no aceptaría. Admiro a esa mujer de 24 años que con el puro amor de sus amigas y con el poco amor que se tenía fue capaz de salir de ahí, reponerse en silencio, (mi familia jamás supo nada hasta hace un par de años) y seguir viviendo.
Comencé a rodearme de gente muy diferente, empecé a trabajar y ganar mi propio dinero, eso también ayudó: ver que había otro tipo de hombres respetuosos y dulces, que se enamoraban y trataban lindo a sus mujeres. Me demoré años en volver a intentarlo y cuando me atreví dos veces, con años de diferencia entre una y la otra, también me fue mal. Viví mi primer gosthing y luego viví una farsa que según mi astrólogo fue culpa de Neptuno. La verdad yo culpo mi falta de experiencia, pero sobre todo el no conocerme y amarme a mí misma. Pero eso iba a cambiar, precisamente a mis 37 años, post viajes, post meditaciones y posterior a un sinfín de terapias que el universo puso en mi camino en mi deseo profundo de ser feliz y amarme, más allá de mi imagen y de lo que piense el mundo.
Fue así como inicié con la temporada de aplicaciones de citas. No fue fácil, tenía un montón de juicios al respecto, pero me nutrió de diversidad de sujetos, de todo tipo y forma. Incluso hubo uno que me pidió cachetearlo y ahorcarlo en pleno acto, pero eso es otra historia. Me permití vivir mi adolescencia tardía, sin juicios, en libertad de acción, usando todo para conocerme a mí misma, un matcheo personal que me trajo hasta donde estoy ahora.
Usé cada cita para conocerme a mí misma, para disfrutarme en lo sexual, en lo social, para encontrar mi verdadera imagen, para despertar esa yo real, dulce, inteligente, astuta, vulnerable, loca y creativa. Era mil veces más hermosa por dentro que por fuera, aunque tuve que lidiar con muchos que no me vieron y que no me eligieron. Aprendí a tolerar y trabajar el rechazo. Fue duro pero divertido. Cada hombre mejor que el anterior, un claro reflejo de que muchas cosas se iban despertando en mí y me iba aceptando en todas mis formas y facetas.
Hoy la ansiedad es cada vez menor. Logré bajar de peso pero de una forma muy amorosa y natural, me siento en mi mejor momento. Desperté mi personalidad, me digo cosas lindas cada vez que me veo en un espejo, amo los espejos, tengo la casa llena de ellos. Vivo la vida a mi ritmo, sin etapas autoimpuestas, a mi tiempo, “sin prisa, pero sin pausa”.
Liberé a la mujer valiente, hermosa, única que tiene la relación sana que siempre quiso y es consigo misma. Hoy me siento capaz de amar al mundo entero y de seguro algún día construir una relación sana y horizontal desde la libertad de saber que no necesito a nadie que me complete, ni nadie que me haga feliz, puedo estar con alguien (si así lo elijo, porque ahora la que elige soy yo) para disfrutar la vida sin miedo y gozando, porque para eso vinimos. La nena de 11 años hoy está orgullosa de mí, adora ser mujer, sobre todo cuando se mira al espejo. Hoy por sobre todo y todos soy honesta conmigo, me cuido, me valoro y me amo profundamente y disfruto mi vida”.
Macarena tiene 41 años y es diseñadora, ilustradora y fotógrafa.