Este sábado, un fuerte sismo de magnitud 7.0 a 210 Kms de la Base Frei en la Antártica alertó tanto a autoridades como la población en general, debido en parte, a una falla en el sistema de avisos de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (ONEMI). Sin embargo, el evento del fin de semana fue sólo una mínima muestra de lo que viene ocurriendo en el Territorio Chileno Antártico hace varios años.

Así lo reveló un estudio publicado en diciembre por el el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile (CSN), afirmando que entre agosto y noviembre se registraron 30 mil eventos sísmicos en el Estrecho de Bransfield, una zona de 300 Km de largo y una anchura de 120 Km, ubicada en las cercanías de la base chilena afectada el fin de semana.

Estrecho de Bransfield (pin rojo) y arriba hacia el norte, la Base Frei, situada en la Isla Rey Jorge, que alberga a la mayoría de las bases científicas. Abajo, la península Antártica. (Imagen: Google)

De acuerdo al reporte del CSN, que por entonces destacaba la “inusual actividad sísmica” de la zona, las razones tienen que ver con la complejidad de las placas tectónicas alrededor de la Península Antártica, ya que allí confluyen diversos procesos de convergencia, divergencia y deslizamiento lateral de segmentos de placas en un área relativamente reducida.

El organismo señala que la mayor parte de los eventos telúricos se concentraron al inicio de la secuencia -principalmente durante septiembre- con más de mil sismos diarios, disminuyendo en noviembre. A mediados de ese mes, el Servicio Geológico de EE.UU. estableció que más de 100 sismos se habían localizado en el área, siendo el de mayor magnitud el Mww 6.0 registrado el 6 de noviembre.

Tras la seguidilla de temblores ocurrida en 2020, dos informes del Instituto Antártico Chileno INACH junto al Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) del 4 y 18 de enero de este año, confirmaban una dramática disminución en la actividad sísmica desde noviembre, con un promedio de 160 sismos diarios, salvo el día 12 de enero cuando se contabilizaron 261 sismos.

Eso hasta este sábado 23, cuando el sismo de Mw 7.0 se convirtió en el segundo más fuerte en 50 años, tras un evento similar en febrero de 1971.

Gran actividad sísmica en la zona del Estrecho de Bransfield (color rojo) en las cercanías de la Isla Rey Jorge. (Imagen: Sergio Barrientos)

La fosa

El jefe de la Red Nacional de Vigilancia Volcánica de Sernageomin, Álvaro Amigo, explica “que el contexto geológico del territorio Antártico chileno es particular. A diferencia de lo que ocurre en el territorio continental, donde hay una colisión o convergencia de placas tectónicas, en este sector de la Antártica existe un proceso de extensión de éstas, es decir, la península Antártica se separa de las islas Shetland del Sur, generando el Estrecho de Bransfield”.

“En un principio muchos de los epicentros de los sismos se concentraban en las cercanías de un monte submarino de origen volcánico denominado volcán Orca, destacando señales que hacían inferir características de movimiento de magma en profundidad”, indica.

El Dr. Sergio Barrientos, director del Centro Sismológico Nacional y autor, junto a la geofísica María Constanza Flores, del estudio publicado en diciembre, explica que “los registros actuales son consistentes con la existencia de una fosa, una corteza que se está abriendo y material que está saliendo desde el manto”.

“Las mediciones por GPS muestran que desde 2015 ha habido una separación de la Isla Rey Jorge de la península Antártica. Hasta la mitad de 2020 estuvo pareja a razón de 8 mm por año y a su vez creando una fosa, un proceso absolutamente natural. Pero a partir de agosto, la tasa de separación cambia bruscamente a 15-20 cm por año. Eso muestra que algo ocurrió, y explica la actividad sísmica”, señala Barrientos.

El experto señala que a pesar del brusco cambio, esta actividad no llama la atención y también ocurre en otros lugares de la Tierra. “Las placas de Nazca y Sudamericana se mueven a razón de 6,5 cm por año, así que se trata de valores esperables y hay lugares en el este del Pacífico que están también dentro de estos niveles. Aún así, el salto de 8 mm a 15 cm por año da cuenta de algo, sólo debemos seguir viendo cómo evoluciona el área”.

“El mismo proceso pudo comenzar más al norte de los registros, y por eso el sismo Mw 7.0 del sábado, por lo que me imagino que el mismo proceso de separación probablemente se trasladó al noreste”, indica.

Cabe señalar que en este sentido, tanto la Onemi como el CSN tienen datos de Mw 7.0 y Mw 7.1, respectivamente. Para Sergio Barrientos, esta diferencia es mínima y no hace mucha diferencia, y se explica por las fórmulas utilizadas para las mediciones.

Los gráficos muestran el alza en la actividad sísmica relacionada a la apertura de las placas oceánicas, destacando el alza de agosto de 2020 y enero de 2021. (Imagen: Sergio Barrientos)

Barrientos añade que el evento de este sábado deja algunas interrogantes en el aire: ¿se llenará de sismos esa zona? ¿o no volverá a ocurrir hasta mucho tiempo más? “Al no haber tierra es muy complejo hacer mediciones con buques para intentar responder estas preguntas”, dice.

“A pesar que a inicios de 1900 hubo estaciones en la Antártica, creo que los registros confiables comienzan a partir de los años 60, por lo que es muy poco probable que además del terremoto de febrero de 1971 (posterior a una erupción volcánica en la Isla Decepción en 1967, que destruyó la base Chilena Pedro Aguirre Cerda) y el de 2021, haya habido otro de similar magnitud. Los sucesos importantes en la región, como los de magnitud 7.0 y erupciones volcánicas, son parte del mismo proceso de apertura de esta placa o fosa”, añade.

Sobre la posibilidad de considerar algún evento importante como los que se esperan en la zona central de Chile e Iquique, Barrientos es enfático: “No sabemos lo suficiente. No tenemos la historia. Es muy difícil saber los escenarios futuros, pero creo que los temblores de esta naturaleza seguirán ocurriendo. Así funciona la Tierra”, puntualiza.

Monitoreo

Desde el Sernageomin, Álvaro Amigo recalca que cumpliendo su rol de responsable del monitoreo de la variable de riesgo volcánica, el organismo realizó constantes análisis y seguimiento de la situación, con el fin de evaluar los eventuales impactos de una reactivación volcánica en la zona.

Por su parte, el director Nacional de Sernageomin, Alfonso Domeyko, aclara que el Servicio realiza un permanente seguimiento del fenómeno junto a otros organismos del Sistema Nacional de Protección Civil, liderados por ONEMI.

En tal sentido, recalcó que “uno de los puntos más importante luego de los estudios que realizan los organismos técnicos fue proponer a ONEMI que ante algún sismo sobre Mw7.0 en el sector de la península Antártica se dispusiera un estado de precaución y evacuación preventiva del personal de las bases científicas y militares del sector, ya que ante un evento como la agitación del mar o caída de alguno bloque de glaciar de gran tamaño podrían generar un tsunami o aumento de nivel del mar en dichas zonas”.