La Tercera PM

Yo maté a Ámbar

El que la justicia condene con todo el rigor de la ley a ese monstruo, no va a librarnos de la responsabilidad que tenemos en su muerte.

Aton

El sábado en la madrugada, un estremecedor homicidio en Los Andes remeció al país: la pequeña Ámbar, de tan sólo 19 meses, fue violada y asesinada, presuntamente, por la pareja de su tía biológica, quien la tenía bajo su custodia. ¿Quién mató a Ámbar? El principal sospechoso es un ex candidato a Concejal apoyado por la UDI, y según algunos, heterosexual y pro vida.

¿La mató la UDI? No. Cualquier asociación en este sentido es oportunista y de una bajeza política inaceptable, que solo empequeñece a quien la realiza en esta hora tan siniestra. Aún así, llegará la hora para que todos los partidos políticos analicen los filtros que tienen para prevenir que personas que podrían tener un historial de violencia y agresiones puedan postular a cargos de elección popular.

¿La mataron los heterosexuales? No. Si bien el tío biológico acusó discriminación en el proceso de otorgamiento de la tuición por su condición homosexual, no hay norma alguna que impida que una persona homosexual adopte a un niño. De la misma manera, las asociaciones que se hacen en este sentido son oportunistas y buscan acelerar un debate que poco y nada tiene que ver con esta historia. Ámbar no murió porque la tuición fue negada a su tío homosexual, sino que fue asesinada, aparentemente, por una persona que jamás debió estar a cargo de ella. Aún así, es evidente que una nueva ley de adopción es necesaria y que se haga cargo de los procesos, requisitos y seguimiento de las adopciones que se otorgan.

¿La mataron los pro vida? Por cierto que no. La mente enferma que cometió este horrible crimen, más allá de sus declaraciones y adhesiones previas, no puede ser catalogado como un defensor de la vida. ¿Cuál es el sentido perverso de destacar esa asociación cómo si el resto de los próvida fueran igual de enfermos que ese sujeto? No es más que acumular odio y división en nuestra sociedad, cuando lo que necesitamos precisamente es lo contrario.

¿Quién mató a Ámbar? Tengo una versión distinta. A Ámbar no la mató solamente ese sujeto. A Ámbar la maté yo y también ustedes: a Ámbar la matamos nosotros. El que la justicia condene con todo el rigor de la ley a ese monstruo, no va a librarnos de la responsabilidad que tenemos en su muerte.

La matamos nosotros, porque a pesar de todas las alertas, denuncias y escándalos públicos que hemos armado sobre los temas de infancia y la urgente intervención del Sename, han pasado 752 días desde la muerte de Lissette y aún podemos decir que no hemos avanzado nada. ¿Dónde está el catastro de todos los menores? ¿Quién los tiene a su cuidado? ¿De qué sirven las comisiones y designaciones, si no somos capaces de poner este tema en el centro de la agenda y no sacarlo más hasta que esté resuelto?

La matamos nosotros, porque a pesar de esas acciones, de los grandes acuerdos y de lo importante que es la reforma al Sename para todos, la semana pasada, sólo 8 días después del asesinato del pequeño Hashim a manos de su abuela en La Calera, la pasamos discutiendo sobre la designación del hermano del Presidente como Embajador, una nueva normativa municipal contra el acoso callejero, la huelga de una aerolínea o las marchas contra el lucro y las AFP que coparon la agenda. Menos del Sename y sus reformas urgentes.

La matamos nosotros, porque finalmente, pese a toda esa indignación; hoy, a menos de 4 días de la muerte de la pequeña Ámbar, la Cámara de Diputados estará interpelando al Ministro de Salud y toda la atención mediática, la discusión política y las prioridades del Gobierno, estarán centradas en ese hecho.

Si de algo puede servir el sufrimiento de la pequeña Ámbar y el dolor irreparable de su familia, que sea para que, de una buena vez, le demos prioridad total a la reforma al Sename. Que así como hay comités políticos, de seguridad y cónclaves partidarios, hagamos un esfuerzo mayúsculo por tomar decisiones concretas y establecer plazos mucho más acotados para resolver estos problemas. Que así como hay recursos para educación gratuita, inmobiliarias populares y nuevas pistas de carreteras, hoy coloquemos el acento en que los niños verdaderamente estén primero y que no sea un slogan vacío o un elemento de marketing político, priorizando los recursos financieros para esta reforma.

Ponerse en los pequeños zapatos de Ámbar es darle la prioridad máxima a este tema, buscando un acuerdo transversal que no en 90 días, sino que ahora, sin demora, adopte medidas que rescaten a esos niños que por nuestra culpa seguirán muriendo mañana. Yo no quiero seguir matando niños y estoy seguro que el Gobierno, los políticos, los medios y la sociedad entera, tampoco. Entonces hagamos la tarea.

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