Histórico

Crítica de cine: Hombres sincronizados

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Dylan Williams es un galés  dedicado al audiovisual en Gran Bretaña que, enamorado de una sueca, partió a Estocolmo y ahí se radicó. Le tomó tiempo adquirir un nuevo idioma y acostumbrarse a tomar trabajos muy diversos, pero antes de eso fue informado de que la clave para integrarse a la sociedad sueca es formar parte de un club. Y el club al que se unió es un equipo masculino de nado sincronizado. Así, llegando a los 40, Williams dio un giro a su vida y, además, empezó a documentarlo, siguiendo los pasos de un grupo de hombres que por edad ya le dijeron adiós al sueño de la banda de rock, pero que en una piscina parecen capaces de revivirlo vicariamente. Hombres sincronizados, con su voz en off y un tono que mezcla el humor con el shock cultural y la crisis de la edad mediana, es un documental de ligereza y bonhomía aparentes que contrastan con lo que la no ficción suele entregar. Pero no por ello deja de ofrecer emoción, intimidad, suspenso y más de un hallazgo. El camino de este colectivo sui géneris al campeonato mundial de la especialidad es tan inesperado como gratificante y he ahí una buena razón para darle una oportunidad a esta cinta, aunque no la única.

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