Víctor Aravena, de 29 años, dijo haberse retirado del atletismo profesional hace más de un año. Eso en la retórica, porque en la práctica, el fondista se mantiene a tope preparando el maratón de Rotterdam del próximo año, donde buscará la marca para clasificar a sus segundos Juegos Olímpicos.

Once de la mañana en punto y el atleta ya se prepara para salir a entrenar. Es un jueves cualquiera en Coronel, el feudo de Aravena, y se le ve y oye contento. "¿Estamos listos?", pregunta a La Tercera, que será testigo en primera persona del test que realizará. El bronce en los 5.000 metros de Toronto 2015 probará en un mismo entrenamiento unas zapatillas regulares, las Pegasus Turbo 2, y las zapatillas de los récords, las Vaporfly 4%. Serán tres series de 3.000 metros, con 2'30" de descanso entre cada una.

Día agradable, 19°C, y una suave brisa marina recorre el mediodía en la comuna costera. Y Aravena prepara su reloj deportivo para entregar más datos de la medición. Verá el crono de cada vuelta, registrando además distancia, tiempo, ritmo y calorías. "¡Comencemos!", pide.

Primera carrera. 11.58 de la mañana. Las zapatillas rosadas resaltan en los pies de Aravena, que con una tenida sobria y el pelo sujetado confía en tener un gran entrenamiento. Se prepara, toma su Garmin y se lanza sobre el asfalto. Las ansias lo hicieron calcular mal al detener su reloj, que se fijó en los 9'41"84, pues lo detuvo 10 metros más delante de donde debía. Lo hizo a un ritmo moderado, al 80% de sus pulsaciones. Además, quemó 197 calorías y su ritmo de carrera fue de 3'13" por kilómetro. Pero se le ve bien, el calzado de la discordia parece ayudarle. "Son las zapatillas más cómodas que he usado", asegura, mientras rápidamente cambia de par.

Segunda carrera. 12.10 horas. Ahora, el oro en los 5.000 metros de Santiago 2014 se calza las Pegasus Turbo 2 negras, las zapatillas normales. Realiza el mismo ritual que en la serie anterior, tomando su reloj y lanzándose a la carrera. Lo hace a buen ritmo, se le ve enterísimo. Y nuevamente, a diferencia de lo que se pudo pensar, el resultado es exactamente el mismo. Su reloj se detuvo en 9'39"47, con un consumo de 196 calorías y un ritmo de carrera de 3'13" por km. Todo igual. "Si tuviese que medir en una escala de 1 a 7 las sensaciones de esfuerzo, en el primero, con la Vaporfly 4%, como iba cómodo, pondría un 3. Ahora, con las normales, pondría un 3,5, ya que iba cómodo, pero con 3 kilómetros encima", asegura.

Y en la última carrera, nuevamente con las Vaporfly 4%, el fondista dejó todo en claro. Nuevamente sus mediciones fuero las mismas. 9'39"56 de tiempo, 3'13" de ritmo de carrera y un consumo de 196 calorías. Aravena es rotundo en su análisis: "En esta última pondría un 5,5 de esfuerzo. No es que me costó el trabajo, pero al tener fatiga y seis kilómetros encima, hice un esfuerzo mayor. Y la zapatilla no retrocedió el cansancio; tuve que mover las piernas igual".

El mismo desgaste

El atleta demostró que pese a la tecnología en la creación de las zapatillas de Nike, con la placa de carbono y el ZoomX (la espuma que provoca el efecto rebote), su desgaste sigue siendo el mismo. Reconoce mayor comodidad, menor estrés en sus tobillos, pero para mover las piernas no tuvo ayuda del calzado. "En 10 ó 15 años más, quizás en cuanto se esté corriendo el maratón, porque todo evoluciona y las de ahora ya no son las zapatillas que se utilizaban en los años 80 ó 90. Seguirán saliendo otras más cómodas, pero jamás habrá unas que corran por ti, a no ser que les pongan ruedas", reconoce.

Mientras la IAAF busca cerrar el debate respecto al calzado que usó Kipchoge en Viena, Aravena demostró en carne propia que las Vaporfly 4% no entregan la ventaja de la que muchos desconfían.