No es una exageración decir que la Philippe Chatrier es como el patio de la casa de Rafael Nadal. Ayer quedó demostrado que el español se siente a sus anchas en la arcilla parisina y no tuvo empacho en hacérselo saber a Dominic Thiem, quien asoma como su más serio sucesor en esta superficie. Ambos entregaron un gran espectáculo, pero Rafa estuvo sencillamente notable para ganar por 6-3, 5-7, 6-1 y 6-1, y alcanzar su duodécima corona en Roland Garros, en igual número de finales.

El manacorí supo mantener mejor la intensidad. El austriaco, que el sábado tuvo que completar un largo partido ante Novak Djokovic, sorprendió en un comienzo jugando con mucha agresividad y profundidad. Incluso, logró quebrar en el quinto juego. Sin embargo, quedó exprimido física y mentalmente, lo que le permitió al número dos del mundo recuperar el rompimiento. Después, el pupilo de Nicolás Massú intentó recuperarse, pero Rafa le quebró otra vez, para luego definir el set en 56 minutos.

Thiem, finalista en 2018, cambió de estrategia y optó por no desgastarse tanto en los servicios de Nadal. Los peloteos fueron más cortos y ambos bajaron la intensidad. Eso le dio oxígeno al austriaco, quien en el duodécimo game tuvo premio, al romper el saque del mallorquín e igualar el duelo.

Nadal revivió la intensidad en el tercer set, a tal punto que quebró dos veces consecutivas, consiguiendo una ventaja irremontable. Nuevamente, su revés cruzado y muy angulado hizo estragos en su rival. Además, fue varias veces a la red, causando sorpresa. El categórico 6-1 le dio un nuevo aire a Rafa, quien salió como una fiera en busca de comida.

En la tribuna, Massú intentaba levantar a su dirigido con gestos de apoyo y el habitual puño apretado. Sin embargo, el nivel extraterrestre del hispano hizo que cualquier atisbo de remontada quedara reducido solamente a una buena intención. Más allá de la derrota, el austriaco está llamado a ser el rey de la arcilla en los años venideros.

El amor propio de Thiem lo hizo seguir luchando. Ya no con las fuerzas de antes, pero sí con la suficiente dignidad para no ceder tan fácil la victoria y sacar lo mejor del juego de su rival. Rafa salvó puntos de quiebre en sus dos primeros juegos de saque del último set y aprovechó las oportunidades que tuvo para quebrar y encaminarse a la duodécima corona en París y el décimo octavo Grand Slam de su carrera, quedando a dos de Roger Federer. La emoción del final, con Rafa lanzándose al suelo, refleja mucho lo sucedido en las tres horas y un minuto de partido.

"Este trofeo significa mucho por todo lo que he pasado", señaló un emocionado Rafa, para luego profundizar en esa idea: "Ha sido un año complicado en términos de lesiones. Cuando uno se va llevando bofetadas continuadas, va quedando herido. He pasado momentos en que he estado herido mentalmente por todas las cosas que me estaban pasando físicamente".

Thiem solo tuvo elogios para su verdugo. "He comprobado por qué es uno de los mejores tenistas de todos los tiempos. No es por casualidad que tenga 18 grand slams, solo dos menos que Federer", remató.

El austriaco también agradeció el trabajo de Massú: "He ganado Indian Wells y Barcelona y he jugado la final aquí. Creo que mi juego se está desarrollando. Estoy en la buena trayectoria".

Nico, en tanto, le dedicó sentidas palabras en sus redes sociales. "Felicitaciones @ThiemDomi por estas dos semanas increíbles y llegar a la final en @rolandgarros. Eres un gran campeón dentro y fuera de la cancha!!! Cosas más grandes vendrán en el futuro. Gracias por todo al equipo por hacer todo esto posible", escribió el chileno.