“Si me llamas para preguntarme si hay un error en la nómina, pues no, estoy en ella”, bromea Marco Oneto (38 años). El histórico pívot, que lleva casi tres años retirado del profesionalismo y uno y medio de la selección, ayer fue anunciado como uno de los nombres que defenderán a Chile en el Mundial de Egipto, en menos de un mes. De nuevo, a la Roja sin jugar por ningún club.

Se suponía que estaba jubilado, preparándose como puede en casa para los Juegos Máster de Santiago, que fueron postergados para el próximo año. Llevaba meses confinado, dedicado a su familia, a su empresa y al rol como profesor del centro Promesas Chile de Viña del Mar, pero hace unas semanas comenzaron a coquetearle con la idea de la vuelta a la selección absoluta.

“Fue Mateo (Garralda, el seleccionador), también Juan Pablo (Montes, el presidente de la federación) y Marcelo Avendaño (el kinesiólogo) los que comenzaron a bombardearme con el tema de la posible participación en el Mundial”, asegura.

A Garralda le da igual que Oneto no juegue. Lo ve como una opción en la defensa, el hombre seguro en momentos decisivos, y lo cita. Ya lo convocó y le hizo jugar, pese a estar oficialmente retirado, en 2019, tanto en el Mundial de Alemania y Dinamarca como en los Panamericanos de Lima.

2020 le impuso un problema mayor a Oneto: cambiar totalmente el rumbo de Maoz29, la empresa con la que vende indumentaria deportiva y donde trabaja junto a otros dos seleccionados (Rivero y Valenzuela), para transformarla en una dedicada a la venta de elementos de protección personal contra el Covid, una desafío que ha enfrentado desde el teletrabajo. “Era una necesidad. Normalmente vendo zapatillas de vóleibol y balonmano, pero por la pandemia estuve con pérdidas, apenas vendía de a dos pares al mes, así que me diversifiqué. Es como que me hayan sacado del balonmano a jugar curling, pero ya le tomé el ritmo”, asegura.

Y ahora, con la selección asegurada por puro nombre, le toca ponerse a jugar de nuevo. Oneto asegura que le sorprendió ser citado, pero aceptó el desafío por su hijo Liam (3), quien no recuerda haberlo a visto jugar. “Cuando salió el tema de los Juegos Máster comenzó a preguntarme por el balonmano y ahí le expliqué que fui jugador. Ahí tomé la decisión”, asegura. También estará, confía, en el preolímpico de marzo.

Oneto sabe que sus mejores años ya pasaron, que no ha entrenado en todo el año, ni casi en los últimos tres, y lamenta que aún así no haya un pívot que pueda asumir su responsabilidad: “Me da alegría y miedo ver que después de tantos años, donde hemos conseguido frutos como selección adulta, aún no haya alguien que pueda reemplazarnos en el corto plazo. Miro para atrás y no veo quién. El balonmano no ha sido bien desarrollado en el país. Una de las muestras de eso es que yo no debería estar en la selección”.

“Es toda una interrogante. Hemos estado entrenando con la cinta o en el living. Marco tiene dos operaciones en la rodilla. No tiene el ligamento cruzado posterior, que no es tan importante, pero cumple una función clave en la estabilidad”, cuenta Roberto Garcés, el preparador físico de la selección nacional.

Marco, pese a la edad y todo el ajetreo, confía en que lo conseguirá. “Esto ya lo viví para Lima, pero en otras condiciones. Ahí desarrollé un poder mental de jugador que no conocía, me convencí a no lesionarme ni enfermarme y resultó. Te juro que si esa mentalidad la hubiese tenido cuando comencé, hasta hoy seguiría jugando en el Barça”.