Sorpresivos fueron los resultados de los dos primeros partidos de cuartos de final de la Copa del Mundo; no por quienes ganaron, sino que por la comodidad y amplitud en los marcadores con que lo hicieron.

La semifinal entre Nueva Zelanda e Inglaterra parecía escrita antes de que se moviera la ovalada en Japón 2019, pero pocos habrían anticipado las palizas que les propinaron, respectivamente, a Irlanda y Australia.

Hasta ayer, Irlanda había sido uno de los rivales que mayor oposición les había presentado a los All Blacks, con victorias para el Trébol en dos de los tres test-matches más recientes (40-29 en Chicago en 2016 y 16-9 en Dublín, en noviembre último).

Lo malo para los de verde es que al Mundial no llegaron en su mejor forma, como lo probó su caída ante los japoneses (19-12 para el quince del Crisantemo) en su segundo partido por el Grupo A, derrota que además los mandó directo al choque con los neozelandeses en cuartos de final.

En la circunstancia, los de negro no desperdiciaron ocasión de anotar y lucieron la solidez colectiva que les alza como los candidatos número uno a la corona. Además, con su par de medios en un nivel espectacular; Aaron Smith sacó siempre el balón con tino y rapidez, además de anotar dos tries saliendo del ruck, y Richie Mo'Unga, manejando las patadas con criterio y precisión absoluta en los cambios a los wings.

Irlanda, un equipo habitualmente riguroso, disciplinado, poco o nada pudo hacer ante la velocidad de un rival que apostó por el juego vertical, de pocas fases.

Así, la victoria por 46-14 para los de Steve Hansen fue solo la comprobación de su superioridad, tanto histórica como circunstancial.

Por el paso a la final, no obstante, deberá superar quizás al escollo más grande en esta Copa del Mundo, la Inglaterra de Eddie Jones. Los de blanco son un quince que no ofrece puntos débiles y que cuenta con una constelación de estrellas, como los hermanos Vunipola, Maro Itoje, el wing Jonny May y su cerebro, Owen Farrell.

Ayer, superaron en casi todas las facetas a los Wallabies, quienes solo se pusieron en plano de igualdad en algunos scrums.

Defensa férrea

El optimismo de los británicos, además, se puede sostener en la fortaleza de su defensa, que es capaz de soportar más de una decena de fases sin cometer penales, una actitud disciplinaria esencial si se enfrenta a los All Blacks. De paso, es un arma desgastante, como quedó evidencia con los australianos, quienes se quedaron sin sumar puntos ya en el minuto 44, agobiados por la persistencia y poder físico de los ingleses.

El marcador de 40-16 no fue, por tanto, una exageración: fue la diferencia entre un equipo ya desgastado y otro que, sin temor alguno, puede decir que está preparado para cambiar un horizonte que parece absolutamente negro.