Ver llorar a Nadal después de un título ha dejado de ser una imagen conmovedora para volverse una estampa tranquilizante. De lo contrario, sería lógico seguir desconfiando de su verdadera naturaleza, poner en duda su humanidad. Porque llorar fue seguramente lo único humano que hizo el número uno del mundo esta última semana en la Caja Mágica de Madrid. Eso, claro, y luchar. Luchar cada pelota, cada punto, como si fuera el último, como si nunca hubiera ganado nada o como si nunca se hubiera cansado de ganar.

"Yo he ganado los ocho partidos, pero os lo digo con la mano en el corazón, aquí la persona que ha sido vital en esta Copa Davis ha sido Bautista. Lo que ha hecho ha sido casi algo inhumano, no lo sé explicar. Es un ejemplo para el resto de mi vida. Se fue, falleció su padre, volvió, entrenó por la tarde y ya estaba preparado para dar un nivel altísimo". Las palabras del número uno del mundo minutos después de su enésima cátedra de tenis, y de garra. Que terminó en triunfo, en título, el sexto de España en la Copa Davis, el quinto en su cuenta particular.

La influencia de Nadal en la victoria de su equipo trasciende lo numérico. Sus ocho victorias (cinco en individuales y tres en dobles) en un lapso de seis días (cinco sobre la pista, 14 horas y 4 minutos en total de juego), sin que le quebraran el saque una sola vez, no pesan tanto como su su liderazgo dentro y fuera de la cancha y esa sintonía tan genuina que es capaz de establecer con su hinchada.

A sus 33 años, y con 19 Majors en el bolsillo (solo uno menos que el que más tiene, Roger Federer), el rey indiscutible de la tierra batida (12 Roland Garros) y tenista con más títulos Master 1000 (35), se ha convertido también en el señor de la Davis. Ha ganado cinco en 15 años, las mismas que Richards, McEnroe, Laver, Lutz, Brookes y Brugnon; tres menos que Roy Emerson, el monarca absoluto en términos de triunfos, pero cuatro más, por establecer un paralelismo contemporáneo, que Djokovic o Federer, sus principales rivales. Nadal le pega a todo. También tiene el oro olímpico.

Nadal suma 32 victorias seguidas en Copa Davis (considerando singles y dobles), un récord sin precedentes; 25 sets al hilo sin hincar la rodilla y 18 eliminatorias superadas de manera consecutiva. No pierde en el certamen de la Ensaladera desde el 24 de septiembre de 2005, en Torre del Greco, ante Bracciali y Galimberti, formando dupla con Feliciano López. En individuales sigue teniendo dos tenistas por encima -los cada vez más accesibles Borg (33) y Baghdatis (36)-, pero su racha de 29 victorias y una sola derrota como singlista, ante Jiri Novak, en su debut en la competición, en Brno, hace 16 años, es de otro planeta. Desde que lo hiciera ante Del Potro, en la serie final ante Argentina de 2011, Rafa no ha entregado una sola manga.

Nadal debutó con 17 años en una final de davis, en 2004, en Sevilla, ante la Estados Unidos de Roddick (3-2). Y ha ganado cuatro más. "Tenemos ya una edad y necesitamos un relevo", reconocía ayer el propio jugador en la conferencia de prensa posterior a la final. Pero es imposible relevar a un jugador como Rafa.