Columna de Iván Poduje: Parque Forestal y Línea 7 ¿nueva zona de sacrificio?

FOTO: DIEGO MARTIN /AGENCIAUNO


Por Iván Poduje, arquitecto

Los vecinos del Parque Forestal han vivido una pesadilla desde el 18 de octubre de 2019, debido a su proximidad con la “zona cero”. La calle Irene Morales, fue picada a martillazos para usarla como cantera contra las policías, se rayaron fachadas patrimoniales en Merced y muchos locales de Lastarria debieron cerrar, mientras los humos de las lacrimógenas se colaban en los departamentos.

El monumento a Baquedano destruido y rodeado de barras bravas, representa esa dimensión violenta del estallido, y preocupa que esta imagen haya sido escogida por Jaime Bassa para celebrar el inicio de la Convención Constitucional. En vez de apelar a los símbolos de la república o la marcha del millón de habitantes, Bassa optó por un fotomontaje digno de las santerías de la serie Narcos: el monumento vandalizado, con dos colibríes en el cielo rojo, escolares levantado puños y el perro “Matapacos” homenajeado, cual virgen del Sinaloa, por Bassa y Elisa Loncón.

Ante esa pesadilla solo resta apoyar a los vecinos del Parque Forestal y exigir que las manifestaciones no vuelvan a reventar sus casas y espacios públicos. Dicho eso, la actitud de unos pocos residentes por la construcción de la línea 7 del Metro muestran señales de egoísmo preocupantes, desde que esta línea fuera anunciada por la Presidenta Bachelet para unir Renca con Vitacura, y aliviar la saturación de la línea 1.

Primero exigieron que se sacara un acceso propuesto a la estación Baquedano bajo el Parque Forestal, ya que intervenía 1.500 metros cuadrados de superficie y obligaba a relocalizar 8 árboles (sí, ocho árboles). También cuestionaron que llegara tanta gente a un lugar que consideraban “saturado”, pese a ser un parque público, y pidieron que el acceso a la estación se moviera frente a la escuela de Derecho de la Universidad de Chile, lo que alargaría los trayectos de unas 50 mil personas por día.

Era una mala solución, pero los vecinos del Forestal juntaron firmas y rostros influyentes y lograron su objetivo. El parque se quedó sin estación, lo que implicó retrasar la Línea 7 en casi un año, elevando su costo en 20 millones de dólares que serán pagados por los contribuyentes de Arica a Punta Arenas. Todos pensamos que el problema se había resuelto, pero esta semana volvieron a la carga. Ahora piden mover el trazado del Metro porque el túnel podría secar los árboles del Forestal, y se oponen a la construcción de un “pique” que luego que termine la obra, será cerrado quedando como una plaza.

Estas aprensiones ya fueron evaluadas en un Estudio de Impacto Ambiental que fue aprobado por los organismos competentes. Pero los opositores intentan desconocer esta institucionalidad. Ya están juntando firmas y rostros para modificar la línea 7 nuevamente, pero usando el peor argumento de todos: afirman que con ese diseño de Metro, el Parque Forestal se convertiría en una “zona de sacrificio” como Quintero o Til Til.

Los anglosajones bautizaron como NIMBYs - acrónimo not in my bakyard-, a los movimientos vecinales que no quieren nada que afecte su patio trasero aunque sea necesario para la mayoría. El NIMBY es una reacción esperable en una sociedad individualista, y es comprensible en el Forestal luego de la violencia que han sufrido vecinos y comerciantes. Pero las palabras importan y usar “zona de sacrificio” es ir demasiado lejos, ya que implica homologar la molestia por una obra temporal, con el infierno que viven miles de chilenos rodeadas por vertederos, mares contaminados o nubes tóxicas.

Es una comparación grotesca e insensible con los habitantes de Puchuncaví o Tocopilla, pero también con los residentes de Renca y Cerro Navia que esperan la línea 7 y que sufrirían un nuevo retraso de prosperar este reclamo. También es grotesco con las comunas que esperan un Metro hace décadas, incluyendo las regiones cuyos habitantes tendrán que financiar, con sus impuestos, este nuevo cambio de trazado.

Los proyectos públicos no pueden quedar a merced de vecinos influyentes, como el Parque Forestal o la Comunidad Ecológica de Peñalolén que ha vetado por más de 10 años la llegada de viviendas sociales. Si este tipo de NIMBY se masifica, será imposible avanzar con obras fundamentales para la equidad de nuestras ciudades, lo que afectará a los vecinos más modestos sin redes para reclamar. De hecho eso ocurrió en las verdaderas zonas de sacrificio, que nada tienen que ver, como este remedo caviar que se pretende instalar en uno de los barrios más acomodados de Santiago.

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