Muerte de Raisi en Irán: problemas imprevistos pero sin cambio significativo

El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, reza en un funeral por las víctimas del accidente de helicóptero en el que murieron el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, el ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Abdollahian, y otros, en Teherán, Irán, 22 de mayo de 2024. Foto: Reuters


Por Shaul Bakhash, historiador iraní estadounidense y académico de la Universidad George Mason

La muerte del presidente de Irán, Mohammad Raisi, en un accidente de helicóptero la semana pasada, enfrenta a la República Islámica a opciones y problemas imprevistos, pero no es probable que provoque un cambio significativo en la represiva agenda interna de Irán o en su ambiciosa y perturbadora política exterior regional.

Durante sus casi tres años como presidente, Raisi presidió una represión política cada vez más severa contra las mujeres y su libertad en el espacio público, contra periodistas, escritores, intelectuales, cineastas y otros críticos, incluso ligeramente disidentes, de la política gubernamental. Raisi contribuyó a dar forma a estas políticas, aunque no fue el único artífice. Eran políticas dictadas por el Líder Supremo, Alí Jamenei, que tiene la última palabra en las cuestiones importantes, y también determinadas por los servicios de seguridad y los dirigentes de la Guardia Revolucionaria, cuya influencia en la política interior y exterior es ahora considerable. Es poco probable que un nuevo presidente suponga un cambio en las principales características de la política exterior iraní: hostilidad hacia Estados Unidos e Israel; una alianza cada vez más estrecha e informal con Rusia y también con China; y el uso de milicias sustitutas en Gaza, Líbano, Irak y Siria para ampliar su influencia en Oriente Próximo.

El Líder Supremo, ayatolá Jamenei, ha nombrado presidente interino a Mohammad Mokhber, vicepresidente de Raisi. Las elecciones para elegir a un presidente permanente tendrán lugar a finales de junio, demasiado poco tiempo para nuevas iniciativas políticas por parte de Mokhber. Además, es el Líder Supremo quien tiene la última palabra en los principales asuntos de política interior y exterior.

Queda por ver si el régimen permitirá que los políticos moderados y reformistas, que en el pasado estaban vetados pero que gozan de un mayor apoyo público, se presenten como candidatos a las próximas elecciones presidenciales. Pero los partidarios de la línea dura del régimen controlan ahora las principales instituciones: el Parlamento, el poder judicial, los servicios de seguridad y la Guardia Revolucionaria. Además, Jamenei ha conseguido concentrar el poder en sus propias manos. El carácter o las inclinaciones del próximo presidente importarán mucho menos que en el pasado.

La otra gran cuestión que se plantea con la muerte del presidente Raisi es la persona que sucederá a Jamenei como líder supremo. Jamenei tiene 85 años; puede que siga en activo varios años más, pero se suponía que estaba preparando a Raisi para este cargo, aunque, en teoría, es la Asamblea de Expertos, un órgano clerical de 88 miembros, la que debe elegir al nuevo líder. Es demasiado pronto para saber quiénes podrían ser los candidatos al liderazgo posterior a Jamenei. Por el momento, Jamenei sigue estando al mando y es el hombre cuyas manos manejan los hilos del poder en Irán. En cuanto al puesto de Líder Supremo, lo más probable es que sea otro clérigo conservador,

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