Columna de Alejandra Sepúlveda: Mujeres, al vaivén del péndulo



“No tenemos que preocuparnos por un nuevo estallido social, porque tenemos el estallido frente a nosotros (...) en forma de ‘mini estallidos institucionales’”, planteó en una entrevista esta semana la destacada psicóloga Kathya Araujo, profunda y prolífica investigadora social. Allí entregó luces de cómo resolver la encrucijada en que nos encontramos, a través de un “verdadero pacto” entre las fuerzas políticas que atiendan los problemas centrales del país, para que la irritación en la sociedad y el desapego político no sigan aumentando.

Su amplio análisis nos invita a pensar en esos problemas centrales. De ellos, quisiera reflexionar en torno a uno que -de tan permanente- se deja de ver: la desigualdad socioeconómica y de trato y, dentro de ella, la desigualdad de género, que sigue siendo estructural, profunda y hoy demanda soluciones que implican nuevos paradigmas.

El primero es dejar de asumir que los derechos y oportunidades de las mujeres son a conveniencia, que se pueden impulsar según el vaivén del péndulo o la dirección de los vientos. Que si en un momento nos conviene asegurar su inclusión de manera paritaria en procesos electorales -porque acordamos que fortalece la toma de decisiones y legitima la democracia- al rato consideremos que mejor “no tanto”, porque “distorsiona” las reglas del juego que previamente aceptamos.

O declarar que la participación laboral femenina es crucial para el desarrollo, pero admitimos que ellas sean las primeras que tienen que irse para la casa, como en la pandemia, o de frentón no salir de ella, para cuidar a la familia cuando no hay una oferta institucional de calidad disponible que apoye esta labor. Es más cómodo eso que pensar corresponsablemente cómo retribuir y distribuir equitativamente los cuidados entre todas y todos.

Y qué decir respecto de las que sí logran combinar un trabajo remunerado y no remunerado. A ellas, pagarles menos está dentro de “lo aceptable”, porque, mal que mal, la maternidad es un costo que deben asumir por norma y por ley, siendo la brecha salarial una de las más persistentes.

Esta enumeración no es exhaustiva y existe una profusa investigación que la avala y entrega soluciones. Sin ir más lejos, un estudio reciente de la OCDE sobre desarrollo económico de los países nos debería movilizar para construir ese “verdadero pacto” perdurable. “La riqueza por habitante de Chile puede aumentar un 10,5% en torno a 2060, con un crecimiento medio anual de 0,25 puntos, si se consigue anular la brecha de género en el mercado de trabajo”, afirma.

Anular la brecha… de eso se trata e implica desatar varios “nudos”. Es lo más inteligente de hacer. Ya no solo por justicia social, sino para alcanzar el crecimiento sostenible que tanto necesitamos y que tiene el potencial de impactar positivamente la vida de las mujeres, de sus familias y, por cierto, de toda la sociedad. Es una estrategia que debe impulsarse a toda costa, independiente de cómo soplen los vientos.

Por Alejandra Sepúlveda, presidenta ejecutiva ComunidadMujer

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.