Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: La crisis que nadie previó



Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

El momento actual tiene visos de fatalidad anticipada, de descomposición irreversible, más que de crisis. En especial de quienes, mediante múltiples torpezas, intentan gobernarnos. Y eso que estas izquierdas de puño en alto, a punto de cumplir cincuenta años de nuevo (des)unidas, fueron elegidas para resolver la honda crisis que los catapultara al poder. Sin méritos, solo puras ganas e ínfulas, nula preparación por lo visto. Un amigo agudo, me escribe: “yo estoy disfrutando todavía del parelé del soberano”.

Tremendo absurdo. Recuerda al País de las Maravillas con que da Alicia tras caer en un agujero, o tiempo después, al atravesar un espejo. Un reino de personajes extravagantes, afanados en levantar fortalezas inexpugnables con meras cartas de naipes, que se desmorona a la primera. En el que jardineros pintan de rojo las rosas blancas ya antes plantadas -idea seguramente de algún “relatista” de Palacio- para evitar que la Reina de Corazones los pille y les corte la cabeza. En que a los amigos de farra se les disfraza de embajadores, y a emisarios de naciones amigas, se les maltrata. A uno de ilustre linaje entre tanto plebeyo, se le responsabiliza por el retraso de la Coronación, y a otro ni siquiera se le recibe (con además remate insolente de antología: “El gobierno da por terminada la polémica” con ese país tal por cual del Medio Oriente). Para qué decir cuando se cuentan a sí mismos chivas: que el pueblo es tontazo, sigue comulgando con ruedas de carreta, y vota por algo distinto a lo que se le pidió que refrendara. Ellos son los iluminados sabiondos, los que se las dan de silogistas: “-Ya sé lo que estás pensando-dijo Tweedledum-; pero no es como tú crees. ¡De ninguna manera! - ¡Por el contrario!-continuó Tweedledee-, si fuera así, podría ser; y si lo fuera, sería; pero como no lo es, no es. Eso es lógica”.

¿Cómo nadie previó esta calamidad? Primero, me temo que no es una crisis, es decadencia y, referido a la izquierda, el desgaste no es solo de ahora. ¿Cuánto de la confusión de esta nueva generación en el poder proviene de sus progenitores, y de los “treinta años” que reniegan, pero con los que nunca han cortado del todo, por ende, de ellos todavía dependen, tanto para repudiar como para que los salven? ¿Cuánto también la desintegración política obedece a que el presidencialismo de Lagos, Bachelet y de ese otro concertacionista, in pectore, Piñera, viene siendo catatónico, “esquizofrénico, con rigidez muscular y estupor mental, algunas veces acompañado de una gran excitación”? Lo único que resalta en Boric y su patota ácrata como propio es que se dignaran ejercer cargos que antes despreciaran, pero como pura táctica, no en serio. Séneca, allá por el siglo I, reinando Calígula, lo tenía más que claro: “Nadie puede gobernar si no sabe ser gobernado” (De la ira).

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