Columna de Carolina Tohá: Mientras usted lee

Senado de la República./ Dedvi Missene


Mientras usted lee esto, las chilenas y los chilenos estamos votando para tomar una de las decisiones más trascendentales de nuestra historia: componer el grupo de personas que redactará la Constitución que nos regirá en la próxima etapa. El domingo en la noche estaremos contando los votos y haciendo evaluaciones. Inevitablemente, los números van a dar para interpretaciones muy disímiles, pero no se confunda, no todos van a ganar. Ahora, cuando todavía no tenemos los resultados en la mano, y no sabemos de qué lado estaremos, si en el del triunfo o el de la derrota, es bueno preguntarnos qué es lo que esperamos de esa convención y qué actitudes nos parecen las correctas de parte de ganadores y perdedores.

Algunos piensan que los resultados debieran servir para evaluar cuál será el polo más débil, el de la derecha o el de la izquierda, asumiendo que ese sector quedará fuera de la coalición que le dé sustento a la mayoría de 2/3 que el proceso exige. Aunque ese análisis es de sentido común, puede ser un gran error tomarlo literalmente.

Varios personeros han dicho en estos días que la clave de los resultados del domingo es dilucidar si se logra construir un bloque razonable entre la derecha y la centroizquierda moderada para poder alcanzar los quórums requeridos y acordar un texto constitucional sensato. Ese discurso nos muestra una vez más, como si hiciera falta, que hay sectores que están lejos de comprender el tipo de crisis en que estamos y su profundidad. Tenemos mucho que entender sobre lo que reveló el estallido social, y nadie puede presumir de tener todas las respuestas, pero algunas cosas claras hay, y una de ellas es que nuestro orden político se quedó estrecho para la sociedad que somos. Construir una nueva legitimidad pasará en gran parte por la capacidad que tengamos de abrir el juego, distribuir el poder, incluir a nuevos sectores en la toma de las decisiones y en la conversación que la antecede. Si alguien piensa que podremos avanzar hacia allá armando un bloque de acuerdos que no vaya más allá de los sectores que hemos gobernado en los últimos 30 años anda muy desorientado. Aunque esos sectores obtengan un buen resultado y lleguen cómodamente a los 2/3 cometerían un gran error si no intentan construir coaliciones más amplias, aunque ello implique perder votos en la derecha más radical.

El ejercicio también vale en la hipótesis contraria, esto es, que la derecha obtenga un resultado por debajo del tercio. Sería un error hacer una Constitución que sea algo así como la vuelta de la tortilla, es decir, que consagre un programa progresista que excluya a la derecha tal como ésta hizo en el 80 cuando se dictó la Constitución actual. Quienes creemos en la democracia y el pluralismo debiéramos resistir esa tentación, porque sabemos que las reglas del juego son realmente justas y legítimas cuando las aceptan no solo los ganadores, sino los perdedores también.

Lo anterior no significa que el resultado no importe. El hecho de que el proceso constituyente obligue a acuerdos amplios no significa que dichos acuerdos deban ser deslavados. Así como los ganadores deben resistirse a pasar la máquina, los derrotados tienen que saber leer cuando pierden. Los resultados importan como voluntad ciudadana y el proceso que venga después ha de escucharla. El 25 de octubre los chilenos y las chilenas dijeron algo muy elocuente: ya no queremos seguir con esta Constitución. Quienes sean constituyentes no lo debieran olvidar. Y el día domingo dirán algo más, crearán mayorías y levantarán liderazgos, y a ese mandato la Constitución que construyamos debiera serle fiel.

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