Columna de Ian Mackinnon: Política 2024: ¿Se conjugarán los astros?



En el umbral de 2024, cerrada ya la cuestión constitucional por un tiempo indefinido, parte de la atención del mundo político parece fijar rumbo constante hacia el siguiente ciclo electoral que parte con las regionales y municipales del próximo 27 octubre. Sin embargo, no hay que desatender otros dos factores cruciales que determinarán nuestro curso político: el rendimiento de la economía y la negociación por reformas al sistema político que viabilicen cambios estructurales. Este año se perfila como un periodo decisivo donde la combinación de estos elementos influiría significativamente en la agenda del gobierno, marcado hasta ahora por un estancamiento en la adhesión popular y un cumplimiento ambiguo de sus promesas. La conjunción favorable de estos dos procesos cerraría el espacio a las agendas basadas en la protesta -de lado y lado- y abriría una oportunidad al amplio camino de la propuesta. ¿Pero lograrán alinearse estos astros?

El primer escenario está condicionado a la obtención de un acuerdo amplio que delinee una “hoja de ruta” hacia una reforma política significativa, simultáneamente a que la economía cumpla con las expectativas de crecimiento, proyectadas en torno al 2% del PIB. Un logro así traería un nuevo aire al 2024, marcando por una predisposición a voces dialogantes. Estos líderes estarían dispuestos a reformar el sistema político y pactar en otros temas críticos como la reforma tributaria, el sistema de pensiones, y las nominaciones de altos cargos en la Corte Suprema y en Contraloría, entre otros. El Ejecutivo, basándose en el diálogo, podría también revitalizar su narrativa, mientras que en la oposición, un pacto electoral -e incluso programático- desde Demócratas a Chile Vamos podría tomar forma.

En un segundo escenario dominaría el pragmatismo. Las expectativas económicas no se consiguen, pero aún resiste una “Hoja de Ruta”. Acá la que estará a prueba será la “elasticidad” de la política: ¿consumir horas mejorando la política o priorizar materias que apalanquen el crecimiento? En el imaginario asoman nuevos cónclaves estratégicos en Cerro Castillo para el oficialismo; un grito contra “la casta” que no entiende que lo prioritario es el bolsillo (y que algún sector político buscará hacer propio); e incluso una “grieta” entre el público informado y el que no le da mérito a la importancia de reparar la casa común.

El tercer escenario es más de lo mismo, dada su cercanía con la realidad actual. Se caracteriza por la ausencia de un acuerdo en materia de reformas políticas, pero sin sorpresas en las proyecciones económicas. Aquí, el legado del gobierno se enfocaría en temas urgentes pero no necesariamente en grandes cambios: la situación de las Isapres, la transición energética, y la racionalización de los permisos. Este escenario también podría intensificar la competencia entre la Social Democracia y el Frente Amplio, especialmente si las discusiones sobre pensiones continúan estancadas. Además, dado que el crecimiento económico sería independiente del consenso político, las campañas municipales tenderían a enfocarse en relatos sobre la prominencia de lo individual más que en proyectos colectivos.

Un último escenario sin acuerdo político ni crecimiento económico reflejaría algunos aspectos de 2023. Los extremos del espectro político seguirían ganando tracción, preparándose para las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2025. El ministro Mario Marcel, frente a un escenario desafiante, necesitaría desarrollar un plan B para enfrentar una economía bajo las expectativas, al igual que los otros miembros del gabinete “pro crecimiento”, si es que el diseño sigue existiendo. El gobierno, en este caso, se enfocaría en mantener su base de apoyo, aunque posiblemente esto no evitaría un mal desempeño en las elecciones locales y regionales. El descontento ciudadano con la política seguiría siendo un factor prácticamente inamovible. El principal dique para reducir la concreción de este escenario es la economía, que hasta ahora no se ve amenazada por sesgos a la baja en lo que está previsto.

A nuestro juicio, el tercer escenario es el más probable, dado el consenso experto sobre un crecimiento de la economía y una inercia antidiálogo por parte de la política. El cuarto escenario es, por infortunio, el segundo en términos de probabilidad y el de mayor riesgo, porque pese a los buenos augurios económicos, ellos no están garantizados y el desencuentro político ni siquiera gozaría del bálsamo del crecimiento, aunque sea modesto. La indeseada polarización amenazaría con tensar e incrementar la incertidumbre en la política chilena, dada la puerta que abre a liderazgos extremos de lado y lado, con medidas más radicales y menor vocación convocante. Lamentablemente, el primer escenario es el menos probable, en nuestra opinión, por la falta de diálogo que ha caracterizado a la política por varios años.

En consecuencia, en ausencia de un compromiso político significativo y sin cambios inesperados en la economía, el 2024 oscilará entre legisladores que resuelven urgencias según su capacidad de alcanzar acuerdos y una agenda aún impulsada por liderazgos cómodos en apuntar al frente. Hasta ahora un acuerdo político sigue en una expresión de deseo y será la economía posiblemente el mayor logro positivo del año que está comenzando. Que los astros se conjuguen está bastante difícil, augurando un 2024 de una probable y no buscada continuidad.

Ian Mackinnon, socio director de Asuntos Públicos de Azerta

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