Columna de Ignacio Silva Neira: Crecimiento de hoy con perspectiva de futuro

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Crecimiento de Cuando nos referimos al crecimiento económico y buscamos evaluar los resultados del PIB, es crucial distinguir dos aspectos principales de esta discusión: el de corto y el de largo plazo. Si bien ambas son de suma relevancia para entender el “estado” de la economía, distinguir esta diferencia es clave para comprender las perspectivas de crecimiento futuro.

Esta semana fue presentado por el Banco Central el resultado del PIB del año 2023, superando las expectativas del mismo ente rector (0,0%, diciembre 2023), del FMI (-0,5% en octubre de 2023) e incluso de algunos economistas que con tono más esotérico que científico especulaban que el PIB no lograría cifras positivas hasta al menos el 2026.

Este resultado ha generado una serie de opiniones respecto a la economía chilena. Desde una mirada cortoplacista, es importante comprender algunos elementos auspiciosos que en el largo plazo dejan de serlo. Hoy la economía chilena viene ajustándose luego de un proceso turbulento que configuró grandes desequilibrios macroeconómicos, tanto en la inflación como en la balanza de pagos. Evaluar un 2023 con crecimiento positivo es sin duda importante, porque es una señal de que la economía, a pesar de las vicisitudes, logró generar mayor actividad de lo esperado, lo que en parte se traduce en mejores condiciones de vida para la población. Solo en parte, porque aún existe una deuda pendiente en términos de equidad, empleo y distribución de ingresos.

Con ello también se ajustan las expectativas para los siguientes períodos. Así, nuevas estimaciones de crecimiento han corregido al alza las proyecciones del PIB para 2024 en torno al 2%-3%. Otro elemento relevante: la cifra al alza no estuvo anclada al resultado del sector minero, el que justamente disminuyó en un 0,3%, sino que estuvo impulsado por el resto de la economía. El PIB no minero creció en un 0,3%, donde destacan sectores como EAG (17,8%), transporte (4,8%), servicios personales (2,2%) y manufactura (1,9%).

De todas maneras, evaluar un resultado económico puede ser más completo en la medida en que comprendemos las causas estructurales del resultado, que, con menos cizaña de culpar al gobierno de turno, permite evaluar las raíces del funcionamiento y, así sus problemas y resultados.

Evaluar el crecimiento en el largo plazo no es realmente auspicioso, tenemos un estancamiento productivo hace más de 15 años. Sobre esto es donde hay que llevar la discusión a las reglas del juego, es decir, cómo se resuelven los problemas fundamentales de la economía: ¿Cómo producir? ¿Para quién producir? Muchos economistas apuntan a resolver esos problemas con “más y mejor mercado”, sin embargo, eso sería profundizar el problema, es decir, continuar con una especialización productiva que ha llevado a perder dinamismo exportador, ha limitado el surgimiento de nuevos sectores y reprimarizado la canasta exportadora.

La productividad y el crecimiento del PIB son endógenos a la estructura productiva. Una estructura basada en recursos naturales no asegura tasas de crecimiento elevadas sostenidas en el tiempo. Sin embargo, estructuras productivas basadas en sectores más dinámicos con economías de escala, mayor capacidad de innovación y en consecuencia, mayor generación de valor, pueden ser el camino para un crecimiento sostenido. De esta manera, para avanzar hacia ese mayor dinamismo es necesario utilizar instrumentos que cambien las señales de mercado, tal como economías que han tenido resultados exitosos en esta materia.

Por Ignacio Silva Neira, director ejecutivo Observatorio de Políticas Ecónomicas e investigador asociado del Berlin School of Economics and Law

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