Columna de Jaime Bellolio: El comodín del CAE



“Primero las fechas, después las razones”. Esa frase me introdujo a la realidad de la política universitaria hace 21 años, cuando fui presidente de la FEUC. Fue en respuesta a mi pregunta en la asamblea de las federaciones - Confech- donde se discutía cuál era la mejor fecha para organizar la primera gran manifestación estudiantil, y yo quería conocer cuáles iban a ser las razones para invocarla.

No es que no hubiera argumentos o problemas que se arrastraban hace años, como el crédito solidario, la tarifa estudiantil del transporte público, las becas de mantención y otras más. El punto es que antes del 21 de mayo -para la cuenta pública presidencial- la dirigencia estudiantil necesitaba haber mostrado fuerza, tanto para validarse internamente entre los distintos grupos de izquierdas, así como ante la opinión pública. Y debía ser el primer semestre, ya que el segundo quedaba para la recuperación de las clases suspendidas, las elecciones y la ruptura entre las diversas facciones de izquierdas. El cumplimiento del ritual simbólico superaba la discusión de razones, ya que, por último, se podía engrosar aún más el largo petitorio.

Esto cambiaría con las movilizaciones del 2011, que logran traspasar no solo las fechas, sino que conseguir una amplia adhesión al cuestionamiento del endeudamiento y financiamiento -el CAE y la gratuidad- que decantaría en la consigna contra el lucro, la Constitución y el capitalismo.

Pasó el tiempo y sus principales líderes se convirtieron en parlamentarios, momento en el cual se aprueba la reforma contra el “lucro, copago y selección” que tuvo que ser rebautizada como “inclusión” y la gratuidad universitaria, pero de un modo incómodo, ya que tuvo que incorporar a instituciones privadas que se deseaba excluir arbitrariamente.

Este triunfo significó que esos mismos líderes formaran exitosamente los partidos del Frente Amplio, forzando a la ex Concertación y Nueva Mayoría a rendirles ciertos honores, y a aceptar las más brutales - e injustas- críticas al pasado, que luego serían enchapados como los malos 30 años.

La historia que sigue la conocemos. Esos mismos liderazgos hoy están en la Presidencia y ministerios, y han tenido que aprender -con guitarra en mano- que entre el discurso y la demanda por cambios a la ejecución práctica hay un largo trecho, lleno de restricciones que creyeron batir con simple voluntarismo.

Pero así como fueron exitosos en terminar con el lucro y selección -y de paso también con el mérito y varios liceos emblemáticos- hubo total fracaso en una Constitución hecha a la medida del FA y PC, y en vez de ser el país que cavara la tumba del capitalismo, hoy el relato es cómo estabilizarlo.

El anuncio por cuarta vez del fin del CAE, siempre antes de las elecciones, parece ser la manera de pagar el severo pragmatismo de aprobar una reforma que permite mantener, y no terminar las Isapres - como decía el programa- al mismo tiempo que buscar un simbolismo que cohesione e ilusione nuevamente a la izquierda.

O es quizá un nuevo ritual, ahora también en mayo.

Por Jaime Bellolio, director Observatorio Territorial IPP UNAB

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