Columna de José Miguel Ahumada: Desarrollo productivo, un asunto de izquierda y de derecha

Aton Chile


Tradicionalmente se lee que la izquierda no está interesada en el asunto del crecimiento económico. Mientras la derecha se enfocaría en crear empleos y dinamizar la economía vía la protección de la inversión y del libre comercio, la izquierda se concentraría en la distribución de esos frutos. Sin embargo, aquella lectura es un error, por varias razones.

Primero, la izquierda chilena durante el siglo XX tuvo una gran preocupación por la transformación productiva, y veía en la estructura hacendada y un sector industrial rentista la causa profunda del crecimiento mediocre del país. Ese estancamiento, se sostenía, solo podía ser superado a partir de una direccionalidad industrial desde el Estado que condujera las fuerzas económicas hacia áreas dinámicas tecnológicamente. No por nada la creación de la Corfo, la CAP y la reforma agraria, fueron agendas claves de las fuerzas de izquierda durante este periodo.

Desde una perspectiva internacional, desde principios (y con más fuerza desde mediados) del siglo XX, la trayectoria de crecimiento de los países nórdicos, bajo gobiernos mayoritariamente socialdemócratas y laboristas, fue en la misma línea. Ocuparon la maquinaria pública para redistribuir la tierra, crearon empresas públicas en áreas tradicionales, y empujaron subsidios, créditos y reglas de transferencia tecnológica, para desplegar encadenamientos productivos en áreas forestales o petroleras, junto a levantar nuevas industrias en áreas automotrices y de telefonía. Parte clave de sus éxitos económicos derivaron, precisamente, de esa agenda productivista.

Volviendo a la actualidad, bajo el gobierno demócrata de Biden, se aplican activas políticas arancelarias, subsidios sujetos a inversión nacional y reglas de contenido nacional para inversiones (bajo la mirada impotente de una OMC, hoy por hoy, difunta de facto) para reconstruir un tejido industrial destruido tras décadas de neoliberalismo. De esta forma, la izquierda tiene una importante armazón de experiencias para enfrentar el desafío del desarrollo.

Pero, en segundo lugar, no es correcto que la estrategia de sobre-protección de la inversión y libre comercio sean la receta para el desarrollo productivo, como afirma la derecha liberal nacional. Como señaló recientemente, para The New York Times (a propósito del desarrollo industrial chino) el profesor Zheng Yongnian, “La decisión de Occidente de aplicar políticas neoliberales fue un error estratégico, que llevó a una desindustrialización de sus economías y brindó a China de una gran oportunidad.”

Para el caso chileno, tras casi medio siglo de neoliberalismo, la economía ha concluido con una economía movida por la producción de rentas en diversas áreas de la sociedad: rentas extractivas a partir del control de minerales (cobre o litio, por ejemplo), rentas financieras a partir de las relaciones de deuda, rentas derivadas de coordinación oligopólica en los mercados internos, rentas de colusión de precios y rentas monopsónicas (pequeños productores sujetos a relaciones verticales con un único demandante, como sucede en el sector frutícola y lechero, por ejemplo). El resultado no es diferente de lo que vemos en EEUU o países europeos: una década de estancamiento productivo, desindustrialización y malestar social.

Sin embargo, la derecha chilena tampoco tiene por qué asumir ese discurso pro-libre comercio como propio. Durante el siglo XX, existió una importante derecha nacional contraria al liberalismo económico que defendió un rol industrial activo del Estado, bajo el argumento de que la unidad y cooperación industrial de la comunidad nacional, coordinada desde un Estado Desarrollista, debía sobreponerse a los conflictos internos de la sociedad. No olvidemos, por ejemplo, que el despegue industrial de Corea del Sur (o Singapur) en los 1960s lo realizó una derecha nacionalista y productivista, no la izquierda.

El asunto, en este sentido, es que el objetivo de desarrollo productivo es un eje clave en la izquierda histórica, lo que la hace estar muy lejos de ese prejuicio de que se preocuparía solo de “distribuir” la riqueza ya generada. Pero también es un momento para que la derecha reflexione sobre sus propios antecedentes históricos, y encuentre agendas económicas más vigorosas y prometedoras que seguir amarrada a un liberalismo económico decimonónico.

José Miguel Ahumada, académico Instituto de Estudios Internacionales, director Rumbo Colectivo.

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