Columna de Juan Cristóbal García-Huidobro: Actualización curricular: Una conversación invisibilizada



En medio de un ambiente político que ya se empieza a teñir de las próximas elecciones de alcaldes, consejeros regionales y gobernadores, la conversación sobre educación está saturada de la crisis en la administración de la educación pública mediante los Servicios Locales de Educación, los desafíos del Sistema de Admisión Escolar y la baja asistencia de niñas y niños más pequeños a clases.

Son temas cruciales para el aprendizaje, pero han invisibilizado que –desde mediados de 2023– el Ministerio de Educación inició otro proceso fundamental para los colegios y escuelas de Chile: la actualización de las Bases Curriculares de primero básico a segundo medio. Para quienes sepan poco de los elementos técnicos del sistema educativo, se trata de la renovación de los objetivos de aprendizaje para casi toda la trayectoria escolar obligatoria, cuyas últimas definiciones oficiales son de 2012, para primero a sexto básico, y 2015, para séptimo básico a segundo medio. En otras palabras, se están revisando cuestiones tan trascendentes como si la próxima década tendremos más o menos ciencia y deporte, o qué lugar daremos a la literatura en la formación de las próximas generaciones, y si la formación ciudadana seguirá siendo una declaración transversal (bastante retórica) o tendrá horas concretas en los planes de estudio antes de tercero medio.

Ya que definiciones de este tipo implican muchos recursos, incluyendo que ciertos gremios docentes tengan más o menos horas de clases (es decir, más o menos horas de contrato), es fácil que esta discusión –que es intrínsecamente filosófica y política, relativa a qué visión tenemos para el futuro de Chile– ocurra a puertas cerradas, con grupos de interés empujando sus prioridades particulares.

El Ministerio de Educación ha hecho esfuerzos importantes por abrir la conversación. Primero mediante el Congreso Pedagógico y Curricular de 2023, y ahora último animando a las comunidades docentes a hablar sobre las decisiones curriculares en cada establecimiento. Sin embargo, el tema ha despertado poco interés en la opinión pública, cuando urge tener debates amplios sobre qué queremos que ocurra en los colegios y escuelas de Chile; qué queremos que aprendan las próximas generaciones.

Un análisis de 10.000 proyectos educativos de colegios y escuelas de Chile por Villalobos y Salazar (2014) mostró que un 93,5% de los establecimientos del país declara ofrecer “desarrollo integral” y un 75,5% señala tener foco en “la excelencia académica”. ¿Qué pueden significar estas declaraciones generales sin una conversación profunda sobre a qué dedicaremos las horas de clases y cuáles serán los objetivos de aprendizaje en esas horas?

Se trata, nada más ni nada menos, que, de la hoja de ruta de la educación chilena. Ante esto, me pregunto, ¿le estamos dando el lugar que corresponde?

Por Juan Cristóbal García-Huidobro S.J., Presidente de la Red Educacional Ignaciana Compañía de Jesús

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