Columna de Luis Larraín: Sebastián Piñera: Un legado que crece



Pasan los días desde su trágica muerte y el recuerdo de su obra hace crecer su legado. Los datos son conocidos y se resumen en que no faltaba trabajo durante su gobierno. En la mente de los chilenos se recuerdan sus obras épicas: el rescate con vida de los 33 mineros en la Mina San José, la determinación con que enfrentó la pandemia, que lo deja con un balance positivo de vidas humanas, difícil de exhibir en esas circunstancias.

Pero lo que hoy más aporta a su valoración, paradojalmente, es que soportó el infame ataque de la izquierda durante el mal llamado “estallido social”. Ya es común escuchar que su gobierno sufrió un intento de golpe de Estado. “No tradicional”, lo llamó el Presidente Piñera. Algunos expresamos dudas sobre si iniciar el proceso constitucional en ese momento era la mejor solución. Otros lo criticaron duramente. El hecho es que, al final, concluido el proceso, el tiempo le dio la razón a Piñera. No sabemos cuánta suerte tuvo, pues era difícil prever que la izquierda, con la decisión en sus manos, iba a tomar el torpe camino de la refundación que hizo a los chilenos reevaluar el 18 de octubre y alejarse de su espíritu, a lo que ayudó el pésimo gobierno de Boric. Lo indiscutible, y siempre lo sostuve, es que el Presidente Piñera acertó al decidir mantenerse en su cargo a todo trance hasta el final de su mandato. Eso salvó la democracia.

Yo tenía 22 años cuando conocí a Sebastián y él no llegaba a los 30. Tuve el honor que me eligiera como su ayudante en el primer curso que dictó en la Universidad Católica, llegando de Harvard. Corregíamos las pruebas en su modesta casa y me convidaba un trago como recompensa al terminar la tarea. Además de ser profesor, trabajaba en un proyecto de pobreza en la Cepal. De allí en adelante mantuvimos una buena relación, lo asesoré en su labor parlamentaria, participé en los equipos de sus programas y durante sus dos gobiernos me invitó muchas veces a dar mi opinión, pese a que en ocasiones lo criticaba en mis columnas. “Es más fácil ser columnista que Presidente”, me decía. “Estoy 100% de acuerdo”, le contestaba.

Quiero terminar destacando que además de su calidad humana, que testimonian sus colaboradores cercanos, una parte importante de su legado es el cambio de valores que su obra ayudó a producir en la sociedad chilena. Fue justamente en la Cepal donde Juan Pablo II dijo: “Las causas morales de la prosperidad son bien conocidas a lo largo de la historia. Ellas residen en una constelación de virtudes, como laboriosidad, competencia, orden, honestidad, iniciativa, frugalidad, ahorro, espíritu de servicio, cumplimiento de la palabra empeñada, audacia; en suma, amor al trabajo bien hecho”. Díganme si no es un buen resumen de los valores que encarnó el Presidente Piñera y que revalorizan hoy los chilenos.

Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

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