Columna de Magdalena Vergara: Un primer año sin cuentas alegres

El Presidente Gabriel Boric -recién asumido en funciones- en la tradicional foto con el elenco original de subsecretarías en marzo de 2022.


A pocos días del primer aniversario del Presidente Boric, el gobierno se mueve incómodo en los cargos que aún no ha logrado habitar. Sin duda, un año complejo, que habría puesto cuesta arriba la tarea a cualquier sector. Sin embargo, este gobierno tiene méritos propios que justifican su mala evaluación por parte de la ciudadanía.

Las continuas “desprolijidades” han marcado este primer año de gobierno. Errores que se suman desde el momento que asumió la Presidencia, culpando al Rey de España del retraso de la ceremonia, al que le siguieron las chambonadas de la exministra Siches, la creación del nuevo cargo Irina Karamanos y todas las desafortunadas situaciones en relaciones exteriores. Y entre las más graves, los errores en los indultos. Desprolijidades que han costado cargos, cambios de ministros, o perjudicado la imagen de Chile hacia el exterior, así como también dejado de manifiesto la falta de experiencia de quienes nos gobiernan.

Con todo, uno de los problemas más graves para este gobierno tiene que ver con la incapacidad para llevar a cabo su proyecto político. Poco hay de la agenda mujer del que se hizo llamar gobierno feminista. En educación, bandera de lucha con la que hicieron su carrera política, no han logrado sacar a la luz sus proyectos estrella, como la condonación del CAE, o el pago de la deuda de profesores. Tampoco lograron aprobar la nueva Constitución, llave para la implementación de su programa y llevar adelante sus reformas, como dijera una vez el ministro Jackson. Esta falta de proyecto político ha tenido como consecuencia la ausencia de agenda y prioridades claras, pues especialmente luego de la derrota sufrida el 4 de septiembre, el gobierno no está claro aún de cuál de sus almas debiera protagonizar los años que aún le quedan por gobernar, por lo que avanza de forma ambigua intentando apaciguar a ambas.

Las urgencias ciudadanas no lo ayudan tampoco en este cometido. Sus afanes refundacionales y cambios de paradigma, aunque no le faltan los intentos de seguir imponiéndolos, han debido cambiarlos por una agenda de seguridad, de estabilidad económica o por baño de realidad. Así, han debido comerse sus otrora ninguneos a carabineros y militares, sus campañas de retiros de AFP o sus frases de que solo falta voluntad. De hecho, los pocos triunfos que ha tenido el gobierno, le saben a amargo: la aprobación del TPP11, decretar el estado de excepción no solo en una, sino en dos macrozonas, o el despliegue de los militares en las fronteras, le generan ronchas al interior y lo asimilan más a la Concertación que tanto criticaron que a la consolidación de su propio proyecto político. Fueron férreos opositores al TPP11 y hoy deben aplaudirlo como propio; discurseaban con fronteras abiertas y han tenido que cerrarlas y resguardarlas por militares ante la presión ciudadana; rechazaron el estado de excepción en la Macrozona Sur y ya lo han extendido 18 veces.

Son pocas las cuentas alegres que puede sacar este gobierno, sin embargo, sí puede sacar aprendizajes de su primer año: las consecuencias de hacer política de forma irresponsable cuando se es oposición, la falta de realidad de un proyecto refundacional que no da certezas ni seguridades a los chilenos y que en la política no todo es discurso, especialmente cuando se está a cargo del gobierno.

Por Magdalena Vergara, directora de Estudios IdeaPaís

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