Columna de Natalia Piergentili: que vuelva la amistad cívica, una lección de la muerte del expresidente Piñera



Paradojalmente, a una parte de la generación que rompió con los códigos de la amistad cívica y del diálogo político, manteniendo ataques permanentes a la obra de otros e, incluso, en muchas ocasiones, entrando a los ataques personales, le ha correspondido habitar un nuevo rol, el que llamamos de Estado, para organizar con honores la despedida de un ex presidente electo democráticamente en dos oportunidades, con motivo de su muerte.

Muchos han escrito y opinado acerca de la guardia de honor que han hecho varios ministros del gobierno, o por la fraterna recepción del Presidente Boric a la familia Piñera-Morel en el Grupo 10 de la FACH, calificando estos gestos como: hipocresía o falsedad. Así también hemos visto a algunos reclamando la necesidad de disculpas públicas por el rol que, siendo oposición al gobierno del ex presidente, cumplieron en el pasado reciente.

Frente a estos planteamientos de exacerbación de desconfianzas me parece adecuado valorar los hechos y los gestos, recordando el viejo dicho que dice “obras son amores y no buenas razones”.

¿Por qué se duda de los gestos o se pone en entredicho lo genuino de la motivación de cada uno?, por muy obstruccionista que se haya sido. ¿Por qué no creer en la capacidad de estos líderes de asumir las responsabilidades de Estado con la convicción de cumplir bien ese rol con todo lo que ello implica?

Debemos entender que muchas veces la agenda pública ha sido más fuerte que la agenda de gobierno y que esto obliga a que los gobernantes cambien de opiniones, estrategias y tácticas, no sólo para la elaboración de políticas públicas, sino también, en sus conductas políticas. Sin embargo, en el último tiempo, estos cambios de conducta y de opinión son enjuiciados, vistos como errores o renuncias e incluso, se cuestiona la pureza de la motivación. Algunos pretenden fomentar una creciente ideologización y otros aplican una moralina rígida para categorizar al oponente. Ambos nos quieren llevar a escenarios de polarización que solo generan decadencia.

Recuerdo que al comenzar el segundo gobierno del presidente Piñera, se señaló que el proyecto constitucional impulsado por la presidenta Bachelet se guardaría en el cajón. A poco andar, estallido social de por medio, se buscó una salida institucional a la crisis social y política de octubre de 2019, generándose precisamente un acuerdo por una nueva constitución. En esa ocasión se señaló que lo que primó en la decisión del presidente Piñera fue la lección weberiana de la ética de la responsabilidad. ¿No será entonces esa misma ética la que ha guiado por estos días al Presidente Boric y su gobierno?

Soy de aquellas que prefieren confiar en que las experiencias y las obras de quienes nos antecedieron, cuando son analizadas con altura y perspectiva, son un insumo para generar cambios en las personas y en las sociedades, sobre todo cuando se piensa en el país y en su futuro.

Me gusta el relato que se instala por estos días, sin héroes ni villanos, mostrando mayor madurez para entender que el “sueño de un Chile Mejor” no tiene dueño ni domicilio en uno u otro sector o que es patrimonio solo de algunos.

Como a muchos chilenos, me gusta lo que he visto de los sectores políticos estos días por lo que creo que, si alguna lección podemos sacar, no solo de la sorpresiva y prematura muerte del ex presidente Piñera, sino también, del genuino pesar y del reconocimiento a su gestión por parte de miles de compatriotas, es lo valioso y necesario que es retomar, para ir un paso más allá de los gestos, la amistad cívica, la crítica respetuosa y constructiva que va de la mano de un debate serio y sobrio. Si eso ocurre, estará la clase política de manera implícita pero meritoria, pidiéndole perdón a Chile por la polarización, por la denostación como manera de debate y principalmente por la falta de acuerdos en los pendientes sociales que tiene el país.

Vale la pena tener esperanza, Viva la República.

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