Columna de Nicolás Eyzaguirre: La mano visible

13/05/2021 MILITARES RESGUARDAN URNAS DE VOTACION EN COLEGIO REPUBLICA DE SIRIA Mario Tellez / La Tercera

"El elector no conoce bien a quién postula a representarlo y se le hace difícil seguir su actuación. En el extremo, cuando el representante es seleccionado en listas abiertas y con sistema proporcional, dando lugar a una multiplicidad y variedad de elegidos, estos terminarán respondiendo casi sólo ante sí mismos."



Concluíamos en una reciente reunión de ex ministros de hacienda que corregir el sistema político electoral es, quizás, el principal desafío del nuevo consejo constitucional.

Se trata de alinear los incentivos, decíamos, algo tan propio de la forma en que los economistas vemos se influyen las conductas. En esa visión, desde Adam Smith creemos que, si la oferta se organiza en competencia perfecta, lo que requiere productos homogéneos y perfecta información, los consumidores elegirán el bien de menor precio y, cuanto más competidores haya, más eficiente será el resultado. Es la mano invisible. La diversidad ayuda a la competencia y mejora los resultados.

Pero tales condiciones no se dan siempre y, a veces, la autoridad debe promover la transparencia e incluso llegar a forzar la estandarización de productos para proteger a los consumidores. Eso porque, cuando hay asimetrías de información, la diferenciación de productos, difíciles de distinguir, puede llevar al abuso de los productores con los consumidores. Estamos ahí frente a la mano visible de oferentes que podrían “manipular” a los confundidos demandantes. La multiplicidad de planes en las Isapres es un ejemplo de ello.

En la política puede suceder algo similar. El elector no conoce bien a quién postula a representarlo y se le hace difícil seguir su actuación. En el extremo, cuando el representante es seleccionado en listas abiertas y con sistema proporcional, dando lugar a una multiplicidad y variedad de elegidos, estos terminarán respondiendo casi sólo ante sí mismos. Aunque los postulantes se beneficiarán de presentarse en listas, una vez electos podrán “mandarse solos”, como dijo J M Insulza.

¿Por qué las bancadas no los ordenan? Con lista abierta y sistema proporcional, la barrera a la entrada se hace más baja y cada parlamentario electo acumulará algún caudal de votos propios que, para conservar y ampliar, le animarán a acciones como presionar al ejecutivo por leyes que beneficien a sus parciales -sin considerar el efecto sobre el bien común- o simplemente por la contratación de sus cercanos, si el gobierno es de su orientación. Construida su base de poder, su bancada no tendrá capacidad de ordenarlo, pues la amenaza de no volverlo a presentar es débil dado que el parlamentario podrá simplemente cambiarse, con su engrosado caudal de votos, a otra lista. Aquí es donde entra la asimetría de información. Mientras el ejecutivo y los partidos, especialmente de gobierno, serán evaluados por su cometido, es imposible que los electores sigan la conducta de cada uno de los 155 diputados y 50 senadores, en múltiples acciones y leyes, durante un período de al menos cuatro años. Tampoco constatar si su votación fue clave en cada circunstancia; peor aún, lo posible es que sólo sean recordadas las votaciones en leyes populares pero inconvenientes, como son todas aquellas de carácter populista.

Estos potenciales problemas han sido estudiados por la ciencia política. De hecho, su análisis ha permeado la organización de los sistemas electorales en las democracias más avanzadas. El objetivo es favorecer la disciplina al interior de las bancadas -cuya ausencia no se explica por incorrección de los elegidos sino por incentivos mal puestos- y mitigar la proliferación de referentes políticos, con el fin de facilitar la rendición de cuentas de los representantes ante los electores. Si de seguir la conducta y coherencia se trata, eso es más posible a nivel de bancadas completas.

Encontramos básicamente dos modelos. El primero es el sistema uninominal -sólo un representante por distrito- que es característico de las democracias bipartidistas. En dichas circunstancias el legislador díscolo simplemente no será presentado por su partido en la próxima elección. En este esquema, ser elegido por fuera es extremadamente difícil. El segundo es el sistema proporcional – varios elegidos por distrito- con listas cerradas y bloqueadas, frecuente en países con tradición multipartidista y donde se vota por la lista y no por la persona. Aquí la lista organiza el orden de los candidatos y, por lo mismo, la probabilidad de resultar electo. Nuevamente, la conducta díscola es castigada con la no inscripción o con la ubicación no preferente en la lista. Por lo mismo la democracia interna del partido deberá ser impecable. Habitualmente este esquema es complementado con un elevado umbral de votos por partido para habilitarlos a elegir representantes; el sentido de esto último es contener la multiplicación de partidos lo que, como antes argumentamos, debilitaría la rendición de cuentas y, por tanto, facilitaría la desconsideración hacia el elector. Varios países, como Alemania, combinan estos dos sistemas.

Como podrá advertirse, nuestro sistema electoral – que ha evolucionado bajo la falsa premisa de que más listas y candidaturas individuales mejora la democracia- carece de todos estos mecanismos que fomentan la gobernabilidad. Es urgente corregirlo.

* El autor es economista y ex ministro de Hacienda.

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