Columna de Óscar Guillermo Garretón: Sobrevuela la sombra del CAE



La sombra del CAE sobrevolará la sala del Congreso cuando este sábado el Presidente Boric dé su cuenta pública. Hados de sus filas se han empeñado en hacerla coincidir con el debate sobre uno de los más auténticos símbolos de ese movimiento estudiantil que lo llevó al gobierno.

El CAE contiene todos los ingredientes de la identidad política del Frente Amplio desde su nacimiento hasta hoy. Resume todo su sentido refundacional originario: clamor contra el lucro, sueños de gratuidad universal en salud y educación, etc. Y es insuperable para dar seguimiento a su lógica política y resultados de estos años.

El CAE evidencia la desconexión de los sueños sobre riquezas inagotables a repartir, con lo que la realidad permitía y con los números que ahora comienzan a leer con estupefacción. Devela la obsesión que les hizo darlo todo a la educación terciaria donde nacieron, mientras se postergaba la importancia relativa de la educación preescolar, básica y secundaria. Desnudan, con la porfía de “condonar el CAE” – a un costo de miles de millones - el impresentable “perdonazo” a los suyos, que se cuentan entre quienes la sociedad ha reservado ingresos altos; sin consideración al reclamo nacional angustioso por recursos para seguridad y protección policial, por poner fin a las listas crecientes de espera en salud, por preocuparse de la educación pública, su infraestructura y su matrícula. Con o sin intención –”el sueño de la razón produce monstruos” dice Goya– esta lógica nada tiene que ver con izquierdas. Aun sin quererlo, caracteriza a grupos sociales de interés forzando desigualdades para sí, en perjuicio de los más necesitados. Es irreparablemente reaccionaria.

Pero reconozcamos una virtud de la obsesión. El CAE fue creación concertacionista. Durante años, cuando su condonación era vociferante consigna frenteamplista, dirigentes de partidos concertacionistas optaron por elusivos silencios o vergonzantes “yo no fui”. Era el precio que pagaron por su subordinación, sea convencida u oportunista, a los que identificaban no solo con el triunfo sino con el futuro, apostando como moneda de cambio a espacios en la gestión estatal. Pero ahora, la presencia del CAE en la agenda ya no permitía escabullir el bulto. Además, no veo al ministro de Hacienda, hombre serio, aceptando ser el pagador de algo tan aberrante y desfondado como una condonación del CAE. Figuras del llamado Socialismo Democrático y en especial la presidenta del PS salieron al fin con dignidad a enfrentar el “ofertón” y también, a esa parte de sus filas que sigue en su viaje renegador de la propia historia. Así las cosas, irrumpe con el CAE en el debate nacional, la trayectoria de toda la izquierda de estos años.

El CAE nos regala así cuenta pública (¿y desenlace?) de una lógica gobernante iniciada el 2011. Su sombra sobrevolará la sala durante la cuenta del Presidente Boric.

Por Óscar Guillermo Garretón, economista

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