Columna de Victoria Hurtado: ¿Paridad o democracia paritaria?



A partir del reciente ajuste ministerial, en que la ahora ex ministra de la Secretaría General de la Presidencia, Ana Lya Uriarte es reemplazada, por un tema de salud, por el senador del Partido Socialista Álvaro Elizalde, se han levantado voces, incluso dentro del gobierno, en torno a si ello altera la paridad en el Ejecutivo. Efectivamente, este gobierno partió con más mujeres en el gabinete y hoy los hombres alcanzan el 54%. Sin duda, la expectativa no debiera ser que si sale una mujer entra una mujer, sino que la representación equilibrada de hombres y mujeres se mantenga, lo que –de acuerdo a las cifras- ha ocurrido.

Sin embargo, lo que debiera generarnos preocupación es por qué han salido más mujeres que hombres del gabinete, y allí la reflexión en torno a la democracia paritaria adquiere relevancia, ya que ella refiere no solo a un equilibrio numérico en cargos de toma de decisiones públicas, sino a una forma de organizarnos como sociedad que permita distribuir equilibradamente todas las labores necesarias para la existencia de nuestra comunidad.

La pandemia permitió poner en el centro de la agenda pública la importancia del trabajo de cuidados (habitualmente no remunerado) de niñeces, personas mayores y/o con discapacidad, desarrollado fundamentalmente por mujeres. Esto no solo dificulta la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, sino que también reduce sus posibilidades de insertarse en el espacio público. La democracia paritaria releva la necesidad de avanzar hacia la igualdad real entre hombres y mujeres, donde todos y todas tengan las mismas posibilidades de ejercer sus derechos, uno de los cuales es la participación social y política.

Entonces, ¿por qué han salido más mujeres del gabinete? Es muy probable que ello ocurra porque no han logrado aún insertarse y construir sus redes de apoyo al interior de los partidos políticos, porque andan apuradas por volver a sus casas, porque no siempre pueden participar en esos espacios informales donde se generan confianzas y alianzas, después de las reuniones formales. Porque aquello que les quita gran parte de su tiempo no es reconocido, valorado ni redistribuido. La participación política requiere tiempo, la construcción de redes y lealtades requiere tiempo, y el tiempo es lo que escasea en la vida de las mujeres.

La inclusión de las mujeres en los espacios de toma de decisiones públicas y de participación política requiere, para mantenerse y crecer, de avanzar paralelamente en una distribución equilibrada entre el conjunto de la sociedad de todas aquellas actividades humanas necesarias para el funcionamiento de nuestra comunidad.

No olvidemos que el movimiento de mujeres y feminista en la década de los ‘80 planteaba “Democracia en el país y en la casa” ... Aún falta mucho para ello.

Por Victoria Hurtado, subdirectora de Corporación Humanas

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