COP28 de cambio climático

REUTERS/Amr Alfiky/File Photo


SEÑOR DIRECTOR:

Desde hace al menos 50 años se viene oyendo lo mismo:

Dijeron que no a prohibir el DDT y otros pesticidas, porque se ponía en riesgo la economía; dijeron que no a limitar la pesca, porque se ponía en riesgo la economía; y se oponían a crear parques, como en Chile con Torres del Paine, pues sería perjudicial para la economía.

Defendieron como mejor opción el sustituir masivamente bosques nativos por plantaciones de monocultivo exótico para impulsar la economía; advirtieron que los productos orgánicos, un gigantesco y emergente mercado actual, encarecerían el costo de la vida afectando a la economía; criticaron la exigencia de catalíticos en automóviles, ya que se afectaría la economía; y hace solo unos años decían que no a las energías renovables, pues por sus costos se ponía en riesgo la economía.

En la nueva COP que comienza a desarrollarse, con una debacle climática en ciernes, se oirá nuevamente a quienes sostengan no adoptar medidas más ambiciosas, porque se pondría en riesgo la economía. La misma economía que, basada en la industria petrolera como motor de crecimiento, generó el cambio climático. Un enfoque económico que necesita seguir destruyendo, ahora nuestro futuro, para mantenerse en pie.

A estas alturas celebraría que finalmente se concreten los riesgos y caiga esta mirada económica decimonónica, en favor de una ciencia económica que realmente funcione en crear prosperidad y no nos sumerja más en esta crisis. Una economía que entienda lo básico: que invertir en la vida no solo es lo ético, sino el único negocio que a la larga renta.

Como se ha dicho, la edad de piedra no terminó porque se acabaran las piedras, sino porque la humanidad encontró una mejor manera de hacer las cosas. Llegó el tan aplazado y duro momento: responsable y planificadamente, es hora de decir no más a los combustibles fósiles.

Alfredo Erlwein Vicuña

Socio Fundador de la Fundación Manfred Max-Neef

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