El arranque de la carrera presidencial

Aunque un inicio tan adelantado de esta carrera puede conllevar aspectos complejos, también tiene la ventaja que da a las fuerzas políticas suficiente tiempo para armar equipos y diseñar propuestas en una diversidad de ámbitos.



La decisión de la alcaldesa Evelyn Matthei de no repostular a un nuevo período en Providencia -admitiendo que en ello pesó la posibilidad de que el próximo año pueda asumir “nuevos desafíos”- y la proclamación que distintas figuras del Socialismo Democrático (SD) han hecho de Carolina Tohá, son señales claras de que en la práctica se ha producido el arranque de la carrera presidencial, más allá de que ninguna de las aludidas ha confirmado de momento una posible candidatura. José Antonio Kast, por su parte, se encuentra en El Salvador, recorriendo la megacárcel que ordenó construir el Presidente Bukele, en tanto que algunas voces están sugiriendo el nombre de la expresidenta Michelle Bachelet. Las encuestadoras, por su parte, ya están midiendo el potencial electoral de distintas figuras.

Todo esto ocurre cuando todavía falta más de un año y medio para las elecciones, y el gobierno recién ha completado la mitad de su mandato. No es extraño que la ansiedad por empezar a definir cartas presidenciales se haga con bastante antelación, pero probablemente la debilidad en que se encuentra el actual gobierno está creando las condiciones para que las distintas fuerzas políticas aceleren las definiciones.

Es un hecho que el gobierno está enfrentando varios flancos de enorme complejidad, partiendo por el tema de la inseguridad ciudadana -algo que dramáticamente ha vuelto a tomarse la agenda a raíz del alevoso asesinato de un oficial de Carabineros-, la crisis que enfrentan las Isapres y su efecto sistémico en el sector salud, además de las abultadas listas de espera en la salud pública; los graves problemas que presenta la educación pública, la falta de crecimiento y generación de más empleos, entre otros. Todo este cúmulo de dificultades y la carencia de medidas que permitan encontrar soluciones efectivas han llevado a instalar la sensación de que el país se encuentra estancado.

Una carrera presidencial adelantada conlleva una serie de dificultades; desde luego, podría desgastar más a un gobierno que ya se encuentra suficientemente debilitado, con altos niveles de desaprobación; autoridades que lo están haciendo bien en sus cargos tendrán que renunciar a ellos en la medida que formalicen sus aspiraciones electorales, y existe el riesgo de que los partidos comiencen a privilegiar más los asuntos electorales antes que las urgencias ciudadanas. Pero también se abre una oportunidad valiosa, porque es la instancia para que en un escenario tan complejo como en el que nos encontramos las fuerzas políticas comiencen a desplegar un activo debate programático, de modo que la ciudadanía empiece desde ya a evaluar las alternativas que se le presentan.

El hecho de que estemos entrando en la contienda presidencial con tanta antelación tiene la ventaja que deja el suficiente tiempo para empezar a formar equipos de trabajo que diseñen buenas ideas en los más diversos ámbitos. Esto es algo que debe ser tomado muy seriamente, porque tratándose de desafíos de tal magnitud cualquiera que sea la fuerza política que asuma el gobierno se verá enfrentada al reto de tomar la posta y responder ante el país. Sería por lo mismo inexcusable que todo este tiempo sea dilapidado solo para terminar con propuestas genéricas, eslóganes o siguiendo en las mismas fórmulas de siempre. Y es sobre todo en aquellos ámbitos más álgidos como seguridad, salud, educación y crecimiento donde los partidos y quienes ostenten la condición de candidatos tendrán la posibilidad de marcar una diferencia importante.

En ese orden de cosas, es interesante que el Socialismo Democrático (SD) haya comenzado un proceso de definiciones ideológicas a través de la publicación de un manifiesto, en donde junto con hacer una autocrítica también busca perfilar mejor su propia identidad y marcar los puntos de coincidencia y distancia con otras fuerzas de izquierda. Es un primer paso para comenzar a aterrizar propuestas, pero que deberían comenzar a traducirse desde ya en cursos de acción concretos, considerando que el SD es parte del gobierno. Los sectores de centroderecha, que hasta aquí tienen a figuras presidenciales bien posicionadas, deberían también empeñarse en diseñar con antelación una propuesta diferenciadora, que vaya más allá de las críticas o marcar las debilidades de la actual administración, porque eso le podría servir como estrategia para ganar una elección, pero difícilmente para gobernar con éxito.

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