Igualdad de género: Una cuestión de desarrollo y sostenibilidad

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El modelo de desarrollo del mundo ha estado en el centro del debate en las últimas semanas. Diversos economistas, sociólogos, cientistas políticos y empresarios en Chile y el mundo han empezado a debatir en foros como Davos sobre las debilidades y falencias que han generado el descontento social.

Por primera vez en mucho tiempo, se están discutiendo nuevos enfoques e ideas que nos permitan hacer frente a los enormes desafíos que experimenta la humanidad en términos de representatividad, desarrollo sostenible, automatización y muchos otros asuntos que están provocando malestar en el mundo.

Ahora, cuando todos los procesos culturales se aceleran es crucial la promoción de entornos diversos e inclusivos. En este particular, el objetivo de la igualdad de género, además de ser un acto de justicia con la mitad de la población del mundo, es una tremenda oportunidad de desarrollo para las naciones, de forma sostenible e igualitaria. El Banco Mundial lo describe de la siguiente forma: “La participación equitativa de mujeres y hombres le da a cada economía la oportunidad de alcanzar su potencial”.

Existe un importante cuerpo de investigación que vincula las reformas y políticas destinadas a lograr la igualdad de género con los resultados económicos de las naciones. En su estudio Women, Business and the Law, el Banco Mundial asegura que sin el aumento de la participación laboral femenina en Estados Unidos, entre 1890 y 1980, el ingreso per cápita podría haber estado hasta un 14% por debajo de su nivel real.

En Chile, el economista Joseph Ramos ha estimado que si se aumentara la participación laboral de las mujeres a un 60%, se incrementaría alrededor del 6% del PIB per cápita, lo que a su vez, implicaría una mayor recaudación del Estado en impuestos de 1,2 puntos del PIB.

La experiencia recogida por la Red de Mujeres en Alta Dirección (REDMAD) durante la primera misión internacional aporta datos valiosos en este sentido. Los países nórdicos son un ejemplo de cómo situando la igualdad de género en el centro de las políticas públicas se pueden obtener resultados valiosos y estratégicos para la economía. En el caso de Noruega, la inserción de la mujer a la fuerza laboral ha contribuido 3,3 trillones de coronas noruegas a la economía. Hoy, el capital humano representa un 75% de su riqueza y los recursos naturales, un 25%.

Adoptar un enfoque de género es crucial para construir una sociedad sostenible. Para ello, se necesita el esfuerzo y el compromiso de todos los actores sociales: las entidades gubernamentales, el sector privado, la academia y la sociedad civil. De la experiencia recogida en nuestras visitas a empresas en Europa también se pueden extraer buenas prácticas relevantes para garantizar espacios de desarrollo para las mujeres.

En primer lugar, que la corresponsabilidad parental es un tema central para que hombres y mujeres puedan competir y desarrollarse en igualdad de condiciones. En ello, las empresas pueden contribuir adoptando políticas que estén orientadas a todos sus trabajadores, no solo a las mujeres. Asumir este reto como una responsabilidad de todos es el primer paso para dejar de encarecer los costos de contratación de la mujer. Políticas de flexibilidad horaria y beneficios de posnatales pagado de forma exclusiva para los padres son otras medidas.

La capacitación, las mentorías y el patrocinio o sponsorship de altos ejecutivos a profesionales mujeres son iniciativas fáciles de implementar, y que muchas empresas ya están adoptando con muy buenos resultados. Para que estos objetivos se cumplan es fundamental que exista un compromiso desde la alta administración de las empresas, desde sus directores y presidentes, de tal manera de predicar con el ejemplo y constituir una verdadera cultura de la equidad. Situar la equidad de género en el centro del desarrollo humano es el camino más efectivo para enfrentar los desafíos actuales y de crecer de forma sostenible, una oportunidad que nuestro país no puede desaprovechar.

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