Incentivos perversos



SEÑOR DIRECTOR:

Las acusaciones contra el exbrigadista de Conaf y el bombero, que habrían sido autores del incendio en la reserva del Lago Peñuelas el pasado verano, revelan la importancia de prever los incentivos perversos de las reglas que nos rigen. Si es verdad que la motivación para crear los focos fueron los ingresos por horas extras que el siniestro les reportaría, el hecho es un amargo recordatorio de principios fundamentales que no deberían jamás olvidar quienes hacen nuestras políticas.

Primero, ninguna persona está, por su rol, más allá de la condición humana. La imagen positiva que goza Bomberos y los brigadistas de Conaf no debe hacernos creer que son incorruptibles. Segundo, las reglas con las que diseñamos nuestras instituciones han de pensarse para el escenario en el que las peores personas que las habiten no puedan hacer demasiado daño. Por último, cualquier regla por la cual alguien obtiene un beneficio cuando ocurre algún mal debe ser objeto de especial suspicacia. Eventualmente los beneficios incentivarán la producción de ese mal por parte de quienes deberían combatirlo.

Evitemos las fantasías con héroes que nos llevan a engendrar villanos.

Lucas Miranda

Faro UDD

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