La democracia bajo presión

Madrid, Manifestación, La Manada
Manifestación en Madrid. EFE


La democracia atraviesa un momento crítico. De acuerdo al Índice Democrático (2017), elaborado por la Economist Intelligence Unit (EIU), únicamente 19 países son democracias plenas, la mayoría de Europa occidental. Y del total de 167 países analizados, 89 mostraron signos de deterioro.

Por otra parte, el surgimiento de líderes autoritarios, así como el creciente auge del populismo y de fuerzas políticas de extrema derecha en varias regiones ha dado lugar a un intenso debate sobre el estado de la democracia. Para algunos analistas el mundo vive un proceso de desaceleración y estancamiento democrático. Otros, más pesimistas, hablan incluso de regresión democrática. Un tercer grupo, con una mirada más optimista, señala en cambio que pese a los importantes retos que acechan a la democracia -los cuales no deben ser subestimados-, ésta cuenta empero con un importante nivel de apoyo ciudadano y de resiliencia, fortalezas que tampoco deben ser ignoradas (Informe de IDEA Internacional sobre "El estado de la democracia en el Mundo. Examen de la resiliencia democrática" (2017).

Este 15 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Democracia, cuyo tema central es "La democracia bajo presión: soluciones para un mundo cambiante". Lo anterior, unido al hecho de que este año América Latina conmemora el cuadragésimo aniversario del inicio de la tercera ola democrática, hace propicia la ocasión para tomarle el pulso a la democracia.

El cuadro regional es preocupante. De acuerdo con el citado Índice, la calidad de la democracia latinoamericana -similar a la tendencia mundial- sufrió un nuevo deterioro. Sólo un país de la región, Uruguay, es considerado como una "democracia madura". La mayoría (10 en total), incluido Chile, pertenecen al grupo de "democracias con fallas". Otros cinco países son considerados como regímenes híbridos: Guatemala, Honduras, Nicaragua, Bolivia y Paraguay. Y dos son calificados como autoritarios: Venezuela y Cuba.

Según el Latinobarómetro 2017, este deterioro de la calidad de la democracia viene acompañado de una caída tanto del nivel de apoyo como del índice de satisfacción con la democracia; frustración y malestar ciudadano que están provocando indignación con la política y las élites, un aumento de la polarización y del voto anti-establishment, mayor conflictividad social y una gobernabilidad más compleja.

Tanto en el plano global como en el ámbito latinoamericano, asistimos a un "cambio de época" que viene acompañado de oportunidades, pero también de nuevos desafíos y amenazas para la democracia.

Pese a los importantes avances logrados durante las últimas cuatro décadas, los cuales debemos reconocer y valorar, las democracias latinoamericanas exhiben déficits y desafíos entre los que destacan la debilidad institucional, el deseo de permanecer en el poder de manera indefinida, elevada desigualdad, junto con altos niveles de corrupción, inseguridad e impunidad.

A la combinación tóxica de los factores arriba señalados, se unen los cambios disruptivos producidos por la IV Revolución Industrial, las nuevas formas de hacer política nacidas del cambio tecnológico, y la importancia creciente de las redes sociales y las fake news.

Esta nueva y compleja realidad demanda una agenda renovada enfocada a garantizar una ciudadanía efectiva, aumentar la participación ciudadana, recuperar la legitimidad y credibilidad de las instituciones y asegurar la plena vigencia del estado de Derecho, con el objetivo de sentar las bases de una democracia de nueva generación, de mejor calidad y mayor resiliencia.

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