La investidura presidencial degradándose

Gabriel Boric, presidente de la República

El amateurismo en una serie de materias esenciales y el desentenderse de las implicancias de un actuar impulsivo están resintiendo la investidura presidencial, un proceder que debe ser rectificado.



Molesto por una publicación de este medio -en la cual se indagaba sobre el dispositivo de seguridad que fue necesario desplegar con motivo de la asistencia del Mandatario al Estadio Santa Laura, para ver un partido de fútbol-, el Presidente reprochó que se estaba “inventando” una “noticia falsa”, con fuentes en off involucrando a otras instituciones como Carabineros.

Sin perjuicio de que un jefe de Estado -como cualquier otra persona que se sienta aludida por una nota periodística- tiene derecho a buscar que se rectifique una información que estime inexacta o que no se ajuste a la realidad, la forma y los canales de hacerlo importan mucho en este caso, precisamente porque se trata de la máxima autoridad del país. Desde luego, cuando el propio Mandatario es quien decide retrucar directamente a través de su cuenta de Twitter en vez de utilizar instancias como las vocerías de gobierno; cuando instala que detrás de esta información hay una línea editorial contraria al gobierno -sin perjuicio de que hace ver que ello sería legítimo en virtud de la libertad de prensa-, y cuando sin más acusa que hay una invención de “noticias falsas”, denota no solo una inconveniente impulsividad, sino además una total falta de comprensión respecto del rol que está llamada a jugar la prensa en una democracia.

Desde luego, el papel de los medios de comunicación es fiscalizar los actos del poder, por lo que en ese sentido por definición un medio de comunicación siempre será en cierto modo “opositor”, cualquiera sea el signo del gobierno. Por otra parte, resulta llamativo que se reproche con tanta soltura la invención de noticias, cuando el propio gobierno es probablemente la instancia que tiene los mayores incentivos para instalar informaciones a conveniencia o sin mayor sustento con evidentes afanes proselitistas -así, se habla de “logros”, “avances”, “recuperación del crecimiento”, “mayor seguridad” aun si la realidad sugiere algo distinto-, no así los medios de comunicación, que tienen la obligación de reportear, chequear y disponer de los mecanismos para rectificar. Que en el ejercicio de ello los medios puedan cometer errores es muy distinto a falsear.

Más allá de estas importantes consideraciones, centrales para entender el rol que los medios están llamados a jugar en una democracia, este episodio se inserta en un problema más de fondo, que es el marcado amateurismo que impregna a buena parte de esta administración, partiendo por el propio jefe de Estado. Esta falta de comprensión de lo que implica detentar las más altas responsabilidades de Estado y el desentenderse de las implicancias que tiene un actuar impulsivo le están causando mucho daño a la investidura presidencial, sin advertir sus implicancias.

Los reiterados incidentes del Mandatario con miembros de la prensa son desde luego en buena medida resultado de esta forma de proceder, cuando no se comprende que el rol de la prensa es justamente oponerse al poder y fiscalizar; eso puede resultar incómodo, pero un jefe de Estado debería comprenderlo así y no optar en cambio por salir atacando a la prensa.

Resulta asimismo llamativo que todavía no se haya extraído el aprendizaje de alejarse de los comportamientos impulsivos, algo que tan gráficamente quedó ejemplificado con la irresponsable visita de la exministra del Interior Izkia Siches a Temucuicui, creyendo que podía llevarla a cabo sin traer aparejados altos costos; en este caso, exponiéndose ella y la integridad de su equipo. Algo similar sucede cuando el Presidente decide concurrir al estadio en un lugar no habilitado para las autoridades, en el afán de buscar cercanía con la gente. Un acto así inevitablemente aumenta los riesgos tanto para él como para quienes están encargados de su seguridad; es decir, no se sopesan los costos de no apegarse a los protocolos, transformando en polémica un acto tan natural como ir a un evento deportivo, y obligando a otras instituciones, como Carabineros, a tener que salir a respaldar la versión oficial.

Después de casi un año y medio de mandato, ya es tiempo de que el Mandatario comprenda que si bien tiene perfecto derecho a ir a un estadio, usar redes sociales y buscar cercanía con la gente, ante todo tiene una investidura que debe preservar y buscar representar adecuadamente a los chilenos. Si continúa tomando decisiones en forma impulsiva, con ello solo se profundizará la degradación del cargo.

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