Las “dos almas” que están aflorando en el PC

Jonnathan Oyarzún/Aton Chile

El acérrimo respaldo que un sector del PC brindó al alcalde Jadue contrasta con la distancia que muestra otro sector. Es una de las señales que sugieren que al interior del partido hay núcleos que encarnan aires de cierta renovación.



La formalización del alcalde de Recoleta Daniel Jadue (PC) -a quien la Fiscalía imputa una serie de graves delitos- ha motivado una aparatosa ofensiva comunicacional por parte del Partido Comunista y del propio Jadue. Desde luego, la llegada de Jadue a los tribunales de justicia estuvo acompañada por un masivo y caótico contingente de “adherentes” que fue organizado por el partido, mientras el alcalde repetía que todo esto se trata de una conspiración de la Fiscalía y los medios en contra suya. En la antesala, circuló una carta de casi 1.500 firmantes, donde junto con brindar su respaldo a Jadue, denuncian que este caso representa una “persecución política y judicial hacia una figura pública”, que además socava los fundamentos del Estado de Derecho.

La ofensiva de Jadue y el PC frente a la formalización ha generado roces con el gobierno, motivando que el subsecretario del Interior señalara que “la justicia no es para transformar a las fuerzas políticas en barras”, dichos que fueron rechazados por el presidente del PC, Lautaro Carmona.

Ciertamente resulta preocupante que alguien que tiene aspiraciones presidenciales deslegitime de esa forma el accionar de la justicia -sin perjuicio del derecho que le asiste a hacer valer su presunción de inocencia-, pero todavía más preocupante es que un partido político, en el afán de defender a un militante de sus filas, también aparezca haciéndose eco de esta campaña de desprestigio de instituciones, apartándose de lo que ha sido la forma en que típicamente los partidos abordan casos de corrupción que afectan a sus militantes, buscando tomar una prudente distancia.

Con todo, el episodio de Jadue también ha permitido poner de relieve que aun cuando el PC aparezca monolíticamente detrás del alcalde, no todos sus militantes han actuado de esa manera. Por de pronto, si bien la carta de apoyo fue firmada por diputados del PC, no todos sus parlamentarios la suscribieron; tampoco concurrieron al acto masivo en los tribunales, y varios de ellos -incluyendo a los ministros del PC que forman parte del gabinete del Presidente Boric- fueron prudentes en sus declaraciones, enfatizando que es importante dejar que las instituciones funcionen y que nadie está por sobre la ley.

Es una sutil muestra de que dentro del PC también han comenzado a aflorar dos “almas”, una mucho más dogmática y ligada al viejo cuño comunista, versus una generación más pragmática que, si bien en lo general sabe alinearse con las posturas más tradicionales del PC, también ha sabido tomar cierta distancia de aspectos controversiales del PC, mostrándose más abierta al diálogo y menos dogmáticos en algunas materias. La tibia defensa a Jadue de estos sectores es una muestra de ello, pero también se ha podido observar en otros aspectos, como en la forma de argumentar en el Congreso cuando se votó la agenda de seguridad que propuso el gobierno -donde fue posible observar “matices”- o en la postura frente a regímenes como el venezolano o el nicaragüense, donde se observa menos obsecuencia que la de sectores “tradicionales”.

Aunque el PC es reconocido como un partido disciplinado, con escaso margen para las disidencias, desde hace un tiempo que vienen observándose ciertas fricciones o diferencias entre los sectores tradicionales versus aquellos que parecieran encarnar aires que buscan cierta renovación. El fallecido líder del PC, Guillermo Teillier, parecía mostrar cierta distancia con el díscolo actuar de Jadue, y era conocida su intención por promover a los sectores más jóvenes del partido, no así su actual timonel, Lautaro Carmona, quien aparece mucho más cercano a Jadue y dispuesto a defender la línea tradicional del partido.

Es un hecho que a pesar de la disciplina comunista el partido también se ve tensionado por el caudillismo -un mal que cruza todo nuestro sistema político- y los afanes de individualismo, propios de la sociedad moderna. Pero aun así es valioso que al interior del partido existan sectores que busquen ganarse un espacio y de algún modo apunten a una modernización. Su sello de ser una colectividad contraria al sistema actual y ligada a la “lucha popular” -que lo lleva a este constante predicamento de estar con un “pie en el gobierno y otro en la calle”-, no debería a su vez ser sinónimo de defender autocracias o mostrar ambigüedad táctica frente a grupos que practican la violencia política.

En la larga historia del PC hay figuras que en su juventud fueron acérrimos comunistas, pero luego abandonaron el partido, al disentir de sus posturas más extremas. No está claro si ese camino se repetirá con parte de las generaciones más jóvenes del PC, pero los aires de renovación que parecen respirarse resultan de momento auspiciosos.

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