Desde una revisión de la literatura, definiremos al optimismo como la tendencia a creer que en el futuro ocurrirán resultados favorables o exitosos, mientras que el pesimismo sería la creencia de que ocurrirán resultados desfavorables o negativos.

Los autores hablan de un “optimismo disposicional” para referirse a esa tendencia general de esperar consecuencias o situaciones positivas. Y, se ha comprobado que en personas con dolor crónico, el optimismo disposicional es un factor fundamental para que puedan salir adelante, pudiéndose reportar menores frecuencias e intensidad de síntomas físicos negativos.

Hace un par de meses la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences publicó un estudio que asegura que las personas optimistas viven 15% más que los pesimistas. Una cifra que los investigadores, dicen, tendría que ver con que los optimistas padecen menos estrés y adoptan más comportamientos saludables.

¿Cuál sería la relación entre optimismo disposicional y estrés? La estrategia que utilizamos para enfrentarlo, que en el caso de los optimistas, sería la estrategia de afrontamiento activa. Esta es la que nos ayuda a reinterpretar la situación, planificar soluciones y aumentar la confianza en nuestras capacidades. Esta actitud positiva nos lleva a enfocarnos más en la solución que en el problema, a vivir el presente, a desarrollar la gratitud, a permitirnos ser quienes realmente somos y permitir a los demás ser. Mirarnos desde nuestros recursos y no desde nuestras carencias. Incorporando así, el concepto de “estilo explicativo o atribucional”, que es el modo en que cada uno de nosotros nos explicamos las causas de lo que nos ha sucedido. Esto es es algo que se desarrolla durante la infancia, pero que se puede aprender en la vida adulta.

El optimismo entonces no es sólo la expectativa de estos sucesos positivos en el futuro sino que es un factor complejo de carácter general, que entrelaza el autoconcepto, la capacidad de control, la habilidad para relacionarse con los demás y la motivación.

El optimismo está muy lejos del pensamiento positivo, algo que se puede haber mal entendido con el surgimiento del apogeo de la autoestima, que se ha promovido especialmente en Estados Unidos desde los años 50. El optimismo no desconoce los problemas, sino que les encuentra un sentido.

¿Qué es lo que sí puede marcar una diferencia en nuestra vida? la tendencia optimista a ver y juzgar las cosas en su aspecto más positivo o más favorable. Enfrentar la vida desde este punto de vista, no significa pensar que todo va estar bien siempre, sino que determina que el modo de enfrentarnos a las situaciones difíciles, va a ser pudiendo reconocer el sentido de cada eventualidad y de nosotros mismos.

Es la habilidad de ver en las dificultades de la vida un desafío temporal y limitado, siendo capaces de ver matices y de confiar en nosotros. Esto se traduce en una mayor calidad de vida, más autoconocimiento, mayor creatividad, mejores relaciones sociales, mayor tolerancia al fracaso, más perseverancia y resiliencia.

Y así, ser responsables es nuestro manejo emocional y evitar caer en la apología de la felicidad, comprendiendo que la buena salud no se encuentra tanto en momentos aislados de risa o en sentimientos momentáneos de felicidad, sino que en la autorealización personal y en el desarrollo de nuestras potencialidades y actitudes frente a la vida

La mirada con la que me gusta enfocar mi trabajo con el optimismo, no es promoviéndolo con un fin de que las personas seamos despreocupadas, poco comprometidas con nuestro contexto social, ciegos a lo que está sucediendo en el mundo, y constantes repetidores de afirmaciones. Si no, que es lo contrario: promover el optimismo con foco en la responsabilidad, desarrollando habilidades para ser más capaces de afrontar problemas, tolerar frustraciones y respetar los límites del otro, y siendo conscientes de que el optimismo no es imaginar el escenario perfecto, sino que simplemente ver un escenario y saber que nuestra respuesta intentará ser lo más favorable desde lo que consideramos óptimo para nosotros, como un mecanismo motivador autogestionado que nos inspira a ir por más.

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